La conquista
de una verdadera independencia nacional, que supone la salida del país
del atraso y de la miseria social, no puede ser realizado por la
burguesía nacional y sus partidos, responsables del empantanamiento
histórico del país. Esta es una tarea que le compete por entero a un
gobierno de trabajadores, como parte de la lucha por la unidad
socialista de América Latina.
El vaciamiento del Bicentenario del 9 de Julio es una postal de la
política del gobierno, de los partidos tradicionales y de la propia
clase capitalista. Los festejos se han reducido a una Asamblea
Legislativa, ella también vaciada, y a un desfile militar, que cumple
tardíamente el propósito de Milani de ‘reconciliar’ a las Fuerzas
Armadas con la población, sin que para ello se haya juzgado a los
asesinos de la dictadura y a quienes sometieron y ultrajaron a los
soldados en la guerra de Malvinas. Como botón de muestra cabe citar la
invitación al rey de España, Juan Carlos I, en la jornada misma que debe
recordar la independencia nacional de la corona española. El borbón
tiene muchos parecidos con Macri: entre los hechos de corrupción que se
le imputan está tener sociedades en Panamá, armadas por el estudio
Mossack Fonseca. El kirchnerismo no abrió la boca sobre el tema por
motivos obvios. El ex matrimonio presidencial había llevado de paseo a
los monarcas de España al Glaciar Perito Moreno. En el extremo sur del
mundo se negoció la entrada del dueño del banco de Santa Cruz,
Esquenazi, a YPF Repsol.
Que no se trata de un simple dislate lo muestra la reciente gira de
Prat Gay por España, donde pidió perdón a los empresarios españoles por
el ‘destrato’ sufrido en la década kirchnerista. Quienes escucharon y
aplaudieron al ministro puesto por la J.P. Morgan son los mismos que
hicieron negocios fabulosos con el gobierno pasado. En la lista está
Repsol, que no sólo se benefició con el vaciamiento energético del país,
girando utilidades mayores a las ganancias, sino que luego recibió una
suculenta indemnización. También la bien tratada Telefónica, y los capos
del Santander y BBVA, que se la ‘llevaron en pala’ bajo los gobiernos
kirchneristas.
Macri mismo llegará sobre la hora a los austeros festejos en Tucumán, y
de regreso de una gira por Europa. Allí, se esforzó en apurar un
acuerdo de libre comercio que reforzará las características
semicoloniales del país, debido a que el intercambio comercial que
pretende incentivar coloca a la Argentina como exportadora de productos
primarios e importadora de bienes y productos industriales. El peso
decisivo de la banca europea en el país refuerza la condición de colonia
financiera, que Argentina arrastra desde el gobierno de Rivadavia. Por
otro lado, el mismo Macri apura el acercamiento al Acuerdo
TransPacífico, cuya primera condición será el respeto sacrosanto al
régimen de patentes que protege a las multinacionales farmacéuticas. En
este cuadro no existen las condiciones mínimas siquiera para un acto de
demagogia nacionalista.
Un régimen entreguista
El vaciamiento de los festejos del 9 de Julio alcanza también a la
oposición. En negociaciones previas realizadas en el Congreso, fue
Pichetto quien defendió con mayor énfasis que en la Asamblea Legislativa
no se pronuncien discursos de los distintos bloques, sino que la
ceremonia se limite a la lectura de un documento común. De este modo, el
jefe de senadores del FpV admitió que no tiene diferencias de
principios a exhibir con el macrismo. Se trata, en cualquier caso, de un
acto de sinceridad: el apoyo al pacto con los fondos buitres, la
devaluación del peso y al blanqueo de capitales muestran que el conjunto
de la clase capitalista defiende una orientación entreguista y de
ajuste contra los trabajadores.
El kirchnerismo prometía patear el tablero y armar un acto de Cristina
Kirchner el 9 de Julio en el Obelisco, con la bandera de “volveremos”.
Sin embargo, el regreso de la ex presidenta tuvo una finalidad más
realista: prestarse en una citación judicial en los tribunales de
Comodoro Py. El kirchnerismo, en estado avanzado de disolución, no sólo
no tiene condiciones para armar un contra-acto, como lo prueban el
retorno acelerado al pejotismo e incluso el acercamiento al macrismo de
muchos de sus dirigentes. El motivo principal es otro: carece de un
programa alternativo al del gobierno. Allí donde gobierna directamente,
su camarilla hace macrismo en estado puro. En Santa Cruz, el gobierno de
su cuñada, Alicia Kirchner, quiso imponer la paritaria más baja del
país (un 10% para docentes y estatales) y también recurrió al
endeudamiento a tasas usurarias.
La descomposición política, que alcanza tanto al oficialismo como a la
oposición, anticipa un escenario electoral en 2017 de pactos de todo
tipo. Ya existen fuertes negociaciones para que Cambiemos no presente
listas en varias provincias gobernadas por el peronismo, limitándose a
meter candidatos macristas en las listas del PJ. De este modo, la
promesa macrista de renovación política sufriría la misma suerte que la
impracticable resistencia pejotista-kirchnerista al ajuste del gobierno
nacional.
Perspectiva
Bajo la década kirchnerista la clase capitalista encubrió el reclamo de
un rescate estatal que la saque de la crisis de 2001 echando mano al
relato ‘nacional y popular’. Ahora, cuando el propio Estado ha sido
enviado a la quiebra y la clase capitalista busca un rescate de la mano
del capital financiero, no hay margen siquiera para esa demagogia. Esto
explica la pasividad con que el gobierno y los partidos tradicionales
han decidido abordar los festejos del Bicentenario.
Para los trabajadores el hecho es revelador, y permite sacar
conclusiones de fondo. La conquista de una verdadera independencia
nacional, que supone la salida del país del atraso y de la miseria
social, no puede ser realizado por la burguesía nacional y sus partidos,
responsables del empantanamiento histórico del país. Esta es una tarea
que le compete por entero a un gobierno de trabajadores, como parte de
la lucha por la unidad socialista de América Latina.
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