La candidatura de Donald Trump se ha desinflado en las últimas semanas.
Más de cincuenta referentes republicanos y varios senadores salieron a
rechazar su candidatura. Muchos de ellos temen que el partido sea
arrastrado por los improperios del magnate y han llamado a la dirección
partidaria a concentrar los esfuerzos económicos, ya no en la
candidatura presidencial, sino en defender las posiciones legislativas
que están en juego: temen perder la mayoría en el Congreso.
El grueso de la burguesía rechaza su candidatura: temen que el planteo
proteccionista del candidato -que postula barreras arancelarias contra
la producción china y mexicana- ponga en peligro la exportación de gas y
petróleo a Asia y Europa, así como grupos como Apple no tienen ninguna
intención de detener la subcontratación de parte de su producción en
países con mano de obra más barata (PO N 1.413). También despiertan
recelos los planteos de una reestructuración de la deuda, forzando
previamente una baja de los activos.
Emergente derechista
Visto en perspectiva, sin embargo, lo llamativo no es que la
candidatura de Trump se haya desinflado, sino que este ‘outsider’ haya
ganado la nominación de su partido y conserve un importante caudal de
voto. Su planteo contra los ‘políticos de siempre’ que ‘han convertido a
Estados Unidos en un desastre’ atrajo la atención de un sector muy
amplio de la población. En materia de pequeños aportistas, los asesores
de Trump estiman un millón de cotizantes, un éxito sólo comparable al de
Bernie Sanders o al de Obama en su primera campaña por la presidencia.
Trump es el emergente derechista y hasta fascista de la crisis
capitalista norteamericana, con sus ataques contra los inmigrantes como
el aspecto más revelador.
La crisis incluye una deuda pública del conjunto de la Unión que
asciende al 120% del PBI, y la política de emisión y bajas tasas de
interés que no provocó más que un anémico crecimiento económico. La
desigualdad social se ha profundizado y el desempleo es alto. La gestión
de Obama, a su vez, ha provocado una enorme decepción en las masas.
Problemas a dos bandas
La debacle de la candidatura de Trump, que no es irreversible debido al
carácter explosivo de la situación social y política (expresada en los
atentados, crímenes policiales y sublevaciones populares de estas
semanas), ha beneficiado naturalmente a Hillary Clinton.
Pero sería un error pensar que la candidatura de la demócrata es un
lecho de rosas. Pocos días después de la convención de crisis que
proclamó su candidatura, donde miles de jóvenes se movilizaron para
exigir una candidatura independiente de Bernie Sanders, una nueva
filtración de documentos salpicó su candidatura. Esta vez, refieren a
posibles favores políticos a cambio de aportes a su fundación, lo que
refuerza su imagen altamente negativa.
Así las cosas, el papel de Sanders -con sus once millones de votos en
las primarias- resulta decisivo para sostener la alicaída candidatura de
los demócratas.
Clinton ha incorporado planteos del senador por Vermont (aumento del
salario mínimo) y hasta viró -al menos discursivamente- a una oposición
al Tratado TransPacífico (TPP). Clinton ha prometido, como su rival
Trump, un fuerte aumento del gasto público para la realización de obras
públicas y la generación de empleo. Aun así, no despierta ningún
entusiasmo. Su fuerza radica en el temor a Trump y no en méritos
propios.
Sanders -que se proclama socialista- ha terminado cumpliendo un rol
político conservador, al llamar a sus propios seguidores a votar por
Clinton bajo la amenaza de Trump -renunciando de esta manera a una
candidatura independiente.
Mapa político
El sistema político norteamericano, con su modelo de circunscripción
uninominal para la Cámara de Representantes y de “winner takes all” (el
ganador se lleva todo) para la elección de los delegados al colegio
electoral, procura forzar un régimen bipartidista. Pero como lo ha
demostrado recientemente el caso británico, la ‘ingeniería
constitucional’ puede volar por los aires bajo la presión de la crisis
capitalista.
Las encuestas señalan que Gary Johnson, un oriundo del Partido
Republicano que se presenta por el Partido Libertario (fuerza que nunca
superó el 1%), mide el 12% de los votos en algunas encuestas. A su
turno, la papeleta del ex agente de la CIA, Even McMullin (republicano
que se presenta de forma independiente), estará en poco más de la mitad
de los estados..
El Partido Verde, de Jill Stein, mide en algunas encuestas el 5% de los
votos (el doble de lo que obtuvo Ralph Nader en 2000). Podría recibir
una parte de los votantes de Sanders en las primarias.
Aunque sobre el final de la campaña la intención de voto de estos
terceros candidatos tenderá a reducirse, e incluso el sistema electoral
hace difícil que conquisten una representación política de cierto peso,
es un síntoma más del astillamiento de un sistema político de más de un
siglo, que prefigura un nuevo mapa político en la principal potencia
capitalista del mundo.
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