“De la desconfianza a la intensificación de las de las relaciones en apenas ocho meses”, editorializa La Nación (29/8). Aunque el gobierno planteó su pretensión de equilibrar la balanza comercial, fuertemente favorable a China, no se conoce acuerdo alguno en este sentido.
Cuando planteó sus reparos a los acuerdos con China, las expectativas del gobierno estaban puestas en una corriente de inversiones que no llegó nunca. En estos ocho meses, la crisis capitalista internacional se agudizó y la recesión terminó de instalarse en el país. Las contradicciones del presidente son el producto del deambular empírico de su gobierno, fruto de un impasse de conjunto que lo lleva a alentar la Alianza del Pacífico en la órbita norteamericana y contra China, por un lado, y a replantear la relación con el gigante asiático, por otro.
La crisis con la burguesía industrial se expresó en la misión a China. No hubo una delegación de empresarios acompañando al presidente a la reunión del G20. Formó parte del mismo encontronazo la ríspida celebración del Día de la Industria, en la que el ministro de la Producción, Francisco Cabrera, declaró cumplidos todos los pedidos hechos por la UIA al gobierno y llamó a invertir (en un ámbito dominado por los reclamos por la recesión, las importaciones y los reclamos de sectores patronales a favor de una nueva devaluación, que lleve la paridad a 18 ó 20 pesos por dólar).
La crisis capitalista, en escena
Casi en el debut del nuevo gobierno, Paolo Rocca, CEO de Techint, denunció “el pacto con el diablo” que suponía la relación con China, cuya producción de acero está arrasando las posiciones del pulpo siderúrgico. El escenario de fondo es la bancarrota capitalista internacional, que disminuye el consumo de acero y lleva a una sobreproducción que la propia China estima hoy en 400 millones de toneladas anuales.
La dirección de la UIA fue puesta de común acuerdo por Techint y Arcor, pero los propios pesos pesados no coinciden en el planteo frente a China. Arcor forma parte de Copal, la cámara alimenticia que saludó los acuerdos con China. Un frente pro chino que se extiende a sectores de la burguesía terrateniente y agraria, que exporta el 80% de la soja y derivados a China y avizora salvarse de la crisis mundial convirtiéndose en su gran proveedor de alimentos. Un frente, a la vez, de características continentales, porque confluye con la burguesía agraria brasileña y los grandes pulpos volcados al negocio de la carne. En este campo, estaría Bulgheroni, asociado en Pan American Energy (PAE) con la petrolera china CNOOC, segunda petrolera en producción y concesionaria del 45% de las reservas petroleras convencionales y del yacimiento Cerro Dragón -el principal del país.
Precariedad
El gobierno debutó con la eliminación y la reducción de retenciones al agro con la expectativa de salvarse “con una buena cosecha” y una “lluvia de inversiones”. Ni lo uno ni lo otro. Los precios de la soja, maíz y trigo se han derrumbado casi en un 20% promedio desde junio hasta ahora. Las inversiones no llegaron nunca. En el medio se produjo el impasse del aumento de tarifas.
Con este paso, el gobierno ratificó los acuerdos suscriptos con China, de características leoninas. Éstos saltean las licitaciones, establecen la importación de insumos sin aranceles, prevén un plan quinquenal de infraestructura por adjudicación directa y en base a créditos “blandos”, que pueden esconder precios más caros y calidades dudosas. En cualquier caso aún hoy se desconoce la letra chica de los acuerdos, un trato secreto y conspirativo preservado por CFK y el gobierno de Macri.
El nuevo giro en favor de China delata, en suma, la impasse económica del macrismo.
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