En dos de las tres intervenciones del debate sobre ART empleamos un
ejemplo vivo de superexplotación y sus consecuencias sobre la salud
obrera. El de la fábrica Toyota donde, según Clarín (5/2), la jornada
diaria es de 9 horas y 10 minutos, el premio al presentismo se pierde
por faltar un día en tres meses, los descansos intermedios son más
reducidos que en el resto de las automotrices y de sus líneas sale un
vehículo cada 1,50 minutos, mientras que en Ford y otras salen cada 2,30
minutos. Es decir, un ritmo intenso al extremo en la producción. Como
consecuencia de ello, según el mismo articulista, hay 300 trabajadores
inutilizados que deben ser reemplazados y que cobran el sueldo por un
año hasta su desvinculación. Son mayormente jóvenes, en una fábrica de
poca antigüedad, que resultan víctimas de condiciones laborales
destructivas. No hay allí y no está reglado, el otorgamiento de tareas
livianas a trabajadores afectados por la actividad laboral.
Señalamos que se trata del “toyotismo”, que fue la base del milagro
japonés de la post guerra, tras una gran derrota de la clase obrera de
ese país. Un recurso allí agotado: Japón atraviesa una depresión
económica de más de una década.
El señalamiento enfureció al diputado del Smata que preside el bloque
del PJ disidente de Bossio, quien atacó buscando la descalificación
personal y política, típico recurso de la burocracia sindical. Pero lo
que no pudo fue desmentir la información, ni refutar las conclusiones.
Al contrario, puso a Toyota como ejemplo de fuente de trabajo en
expansión. No es casual que haya elogiado “a la CGT que no integramos”
por “su actitud positiva frente a esta ley”. La lucha por la salud
obrera es, al mismo tiempo, una lucha contra la burocracia sindical.
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