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jueves, 31 de agosto de 2017

[Editorial] La responsabilidad del Frente de Izquierda

31 de agosto de 2017 | #Prensa Obrera 1472 | Por Marcelo Ramal


En las vísperas de la segunda fase electoral

El anuncio de una ajustadísima victoria del kirchnerismo en Buenos Aires era previsible, ello después de la alevosa manipulación del gobierno en las horas posteriores al comicio. Pero Cristina Kirchner se servirá de estos resultados definitivos para relanzar su campaña con un viraje: según informan los diarios, la “segunda fase” será de la mano de los intendentes pejotistas, con quienes ha venido reuniéndose en los últimos días. La campaña “ciudadana” ha mostrado sus límites, y CFK está obligada a sincerar lo que siempre estuvo presente -a saber, que el armado de su frente político reposaba en el viejo aparato del PJ bonaerense, el mismo que viene pactando con Vidal el ajuste en los municipios. El apartamiento de la sigla partidaria en la provincia fue un episodio excepcional, ya que CFK no podía admitir que su caudillaje personal fuera desafiado en unas Paso. Pero en Capital, Santa Fe o Mendoza, el cristinismo participó desde el vamos en los armados pejotistas.

Senado

Junto con el acercamiento a los intendentes, ha comenzado a debatirse el rol de CFK en el futuro Senado: sus laderos en la Cámara alta, como el neuquino Fuentes, reclaman para Cristina la jefatura del futuro bloque del FpV. Con ello ratifica lo que habían anticipado otros voceros kirchneristas -la integración de CFK al bloque de senadores que ha sido, en este año y medio, un respaldo crucial para la aprobación de las leyes macristas. Sin embargo, los números no le son favorables para ese liderazgo: según La Nación, los senadores “no cristinistas” del FpV sumarían 25, frente a unos diez que seguirían a la ex Presidenta. La “unidad” que pregona la señora Kirchner, en este caso, la dejaría subordinada a los Pichetto. La cuestión del futuro Senado se cruza con otro punto estratégico del régimen que tendrá lugar después de octubre: el gobierno prepara una reforma fiscal cuyo eje es liberar de cargas impositivas al capital, en particular, de aquellas que dependen de los tesoros provinciales. Ello deberá compensarse con un mayor ajuste en los distritos, por un lado, y nuevos impuestos sobre el consumo, del otro. El gobierno está condicionando nuevas autorizaciones de deuda a las provincias a un nuevo pacto de “responsabilidad fiscal”, que ate a los gobernadores -y a sus representantes en el Senado- a esta nueva vuelta de tuerca contra los explotados. En el mismo paquete de negociación aparecerán aspectos de las reformas laboral y jubilatoria, con el otro actor de la crisis del peronismo que es la burocracia sindical, cuyos lazos son comunes al kirchnerismo y al resto del PJ. O sea que mientras CFK acentúa su demagogia antiaujuste, debate su rol con los mismos senadores pejotistas que conforman el núcleo de la actual -y futura- coalición del ajuste.

¿Polarización?

El resultado electoral ajustado ha servido también para reforzar una tentativa de polarización electoral, que -por ahora- celebran los dos bandos en pugna. El kirchnerismo piensa que esa polarización lo dejaría en un lugar privilegiado dentro de la disputa al interior del peronismo, ello, en medio de las derrotas de numerosos caciques históricos del pejotismo. El gobierno, por su parte, confía en que la polarización volcaría a su favor a una parte decisiva de los votos del massismo, lo que permitiría doblegar al kirchnerismo en octubre. Una derrota de los K en esos términos prepararía las condiciones para una capitulación más amplia de los “nacionales y populares” en la nueva fase del ajuste, en nombre de que “las condiciones no dan”.

La polarización, sin embargo, es sólo una de las variantes del escenario electoral. La pugna de los dos bandos, en el curso mismo de la campaña, puede tener consecuencias explosivas para ambos, en términos de choques y de disgregación política.

Por lo pronto, tenemos la crisis desatada en torno de la desaparición de Santiago Maldonado, que pone en la picota al esquema represivo armado por Macri-Bullrich. Desde el vamos, el gobierno se encontró, por un lado, con la descomposición de los aparatos tradicionales de represión -la Federal, la Bonaerense- y por el otro, con la necesidad de contar con dispositivos represivos para emprender el ajuste. Para afrontar esa contradicción, colocó a la Gendarmería como el eje del nuevo andamiaje represivo, acentuando de ese modo el lugar que había comenzado a jugar bajo Berni-Garré-Kirchner. Pero la detención-desaparición de Maldonado coloca en la picota a esa fuerza represiva. Y de un modo general, a la orientación de reinstalación de los represores que se puso de manifiesto con el decreto de autonomía de las Fuerzas Armadas de mediados del año pasado, con el 2x1, los desalojos violentos de fábricas ocupadas y otras medidas similares. Por la falta de respuestas en el caso de Maldonado, el debut de la campaña oficial podría coincidir con una crisis de gabinete. En esa línea, unimos al reclamo por la aparición con vida de Santiago el planteo de “fuera Patricia Bullrich”, responsable y encubridora de los represores.

Del lado del kirchnerismo, la campaña estará recorrida por una escalada de causas judiciales contra Cristina y su gabinete, comenzando por Julio De Vido. El juicio de Once tendrá lugar en estas semanas y volverá a colocar en la picota al entramado de negocios que tuvo como telón de fondo al vaciamiento ferroviario, a costa de los usuarios y de la precarización de sus trabajadores. El kirchnerismo, comprometido hasta la médula en esta hipoteca de muertes, sólo podrá mirar para otro lado ante esta ofensiva judicial. Es necesario que intervengamos con una política de movilización, en reclamo por el juicio y castigo a los responsables políticos que incluyen a De Vido especialmente, y destacando los múltiples vínculos que unen al régimen de corrupción y negociados que encarna aquél con los socios del macrismo, como Calcaterra y otros. El gobierno está dividido frente a la escalada judicial contra los K: los que vacilan en ir a fondo contra Cristina apuestan, por un lado, a infringirle primero una derrota electoral. Pero temen que una revulsión profunda de los chanchullos del gobierno anterior termine echando tierra -como de hecho ya ocurre- sobre el macrismo. El periodista Alconada Mon reveló que los mismos trianguladores financieros que pagaban en Brasil las coimas al clan de Vido alimentaban los giros de Gustavo Arribas, el actual jefe de espías del gobierno Cambiemos. Como se ve, la campaña electoral no será un paseo, comenzando por aquellos que pretenden monopolizarla.

El lugar del Frente de Izquierda

El escenario que aquí presentamos destaca la enorme responsabilidad política del Frente de Izquierda y de los términos de su campaña. La campaña electoral es una lucha política viva, las cosas no están preestablecidas ni congeladas en el resultado de las Paso. La tentativa de polarización debe ser enfrentada con una política de delimitación y desenmascaramiento de los bloques capitalistas en pugna. Pero muy especialmente del kirchnerismo, que se presenta ante el electorado popular como “la única opción efectiva contra el ajuste”. No se trata solamente de las conquistas parlamentarias que pretendemos defender y acrecentar, y que se pondrán en juego en estos dos meses. Se trata también del lugar que deberá jugar la izquierda y la parte más avanzada del activismo obrero en el período político que tendrá lugar después de octubre. La pretensión de llevar ese voto al kirchnerismo no sólo conduciría a una desmoralización política de los luchadores, como resultado de las propias elecciones o del curso posterior. Es, además, una operación política dirigida a borrar el intenso proceso de delimitación y lucha que tuvo lugar bajo los gobiernos kirchneristas, y que fue el escenario de conquistas de sindicatos, comisiones internas, organizaciones estudiantiles y territoriales. El origen y desarrollo del Frente de Izquierda es inseparable de ese proceso, que tuvo su momento culminante en la lucha por llevar a la cárcel a los asesinos de Mariano Ferreyra.

Esa lucha debe ponerse a prueba en esta segunda fase de la campaña electoral. La delimitación de los ajustadores macristas, del kirchnerismo y de las demás variantes capitalistas debe tener lugar en la confrontación con los grandes problemas de las masas: la reforma laboral que se prepara, los ataques jubilatorios, la tentativa de degradar la escuela secundaria, la corrupción estatal que envuelve por igual a los De Vido-Kirchner como a los Calcaterra-Macri; la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito, frente a la cual no hay “grieta” entre Carrió-Bullrich y CFK. Es necesario explicar, en todos y cada uno de los puntos de la agenda popular, que sólo el voto al Frente de Izquierda le abre una perspectiva a esas reivindicaciones cruciales. Sobre esa base, tenemos que convocar a todos los votantes de quienes no pasaron las Paso -la mayoría de izquierda o centroizquierda- y también a quienes votaron por las candidaturas principales a que reexaminen su voto. La asunción de estas bases políticas de campaña, por parte del FIT, debe reforzar una política de frente único en todos los planos -spots comunes, actos y recorridas comunes en los distritos. En particular, resaltamos la importancia de convocar a un congreso o plenario del movimiento obrero y la izquierda, para discutir un programa y un curso de acción frente al ajuste que ya se viene aplicando y el paquete de medidas que se prepara y comprometer, asimismo, al activismo obrero y al clasismo en la lucha electoral. El kirchnerismo no puede ni debe infisionar los sindicatos e internas recuperadas -su “lugar sindical” es el de la burocracia que sostiene, en sus diferentes matices, un acuerdo estratégico con el gobierno del ajuste. Dirijámonos a todo el pueblo a explicar que “al ajuste, le hacemos frente con la izquierda y los trabajadores”. 
 


Foto:  Sebastián Baracco
 

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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