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viernes, 24 de mayo de 2019

Brasil: Entre la crisis política y la rebelión educativa

23 de mayo de 2019 | #1549

Con más de un millón de personas (algunas fuentes llegan a hablar de casi dos millones) en las calles, el pasado 15 de mayo, en la mayoría de las ciudades importantes, contra los cortes educacionales en todos los niveles, la situación política brasileña ha entrado en una nueva etapa, caracterizada por el desgaste acelerado y prematuro del gobierno Bolsonaro y la tendencia a una polarización política “a la Venezuela”, aunque de signo cambiado (con el Guaidó brasileño en la presidencia). La base bolsonarista, engrupida con su score electoral de 2018, ha convocado a una manifestación de apoyo al gobierno para el domingo 26, previsiblemente escuálida. Para el jueves 30, ha sido convocada por el movimiento estudiantil una nueva jornada de lucha en defensa de la educación pública. Un precalentamiento para el paro general que las diez centrales sindicales han convocado para el 14 de junio contra la reforma del sistema jubilatorio, reforma del cuño más reaccionario imaginable (elimina las contribuciones patronales y condena a todos los asalariados a la lotería de los fondos de pensión privados).

Bolsonaro en la cuerda floja

Para Reinaldo de Azevedo, uno de los más influyentes columnistas políticos del país, “el impeachment de Bolsonaro ha entrado en el radar político del Brasil”. Para José Simão, el humorista más leído, “Tite (el técnico de la selección brasileña de fútbol) ya mandó a Mourão (el vicepresidente) que se vaya calentando para entrar”. La crisis del gobierno se ha instalado en todas las áreas clave. En las cuestiones centrales de política externa (la crisis venezolana y las relaciones comerciales con China) las políticas de las dos partes del Poder Ejecutivo (presidencia y vice) han sido diametralmente opuestas, con el establishment brasileño apoyando al general-vicepresidente. El propio imperialismo se encuentra dividido, con Trump apoyando incondicionalmente a Bolsonaro, y la Unión Europea tomando sus distancias. El País, portavoz español de la UE, publicó una larga entrevista concedida por Lula en la cárcel (también reproducida por la Folha de São Paulo) en la que el ex presidente ex metalúrgico califica al gobierno Bolsonaro de “banda de locos” y llama a “una autocrítica general”, esto es, tiende una mano a los corruptos que lo metieron en cana.

La pieza clave de la estabilidad política del gobierno, el ministro de Justicia Sergio Moro, el juez adalid de la “Operación Lava Jato”, que dio la base para el golpe institucional contra Dilma Rousseff en 2016 y metió en la prisión a la plana mayor de los dos gobiernos de Lula, también tuvo sus alas cortadas por el Supremo Tribunal Federal (STF), que sacó de la justicia común los casos de corrupción vinculados al financiamiento de los partidos políticos, remitiéndolos exclusivamente a la justicia electoral, que ya ha proclamado amnistía para diversos casos de corrupción “política” (éstos afectan al 75% de los partidos políticos registrados, incluidos los “de izquierda”). El Departamento de Justicia de los Estados Unidos (DoJ) ya amenazó, muy oficialmente, con revelar las bases de un nuevo mega-escándalo de corrupción, semejante al “petrolão” y probablemente afectando a la Vale, la más grande empresa minera del mundo, hoy en la picota por los repetidos desastres (crímenes) ambientales y humanos derivados del derrumbe de los diques de contención de la basura producida por la explotación de las minas de hierro.
Reforma jubilatoria

La reforma jubilatoria se encuentra en el Congreso Nacional, donde el partido de Bolsonaro (PSL) tiene 10% de los diputados, para ser votada (improbablemente) en junio. Todos los partidos patronales ya han declarado su acuerdo de principio con el proyecto privatista, pero “el diablo habita en los detalles”. La negociación con la casta militar ya le ha costado al gobierno una cantidad superior a la que la reforma jubilatoria del sector “ahorraría” al Estado… en diez años. ¡Y los partidos de oposición lamentan que el gobierno se vea obligado a mendigar dinero al Congreso para pagar las jubilaciones! El caradurismo, como se ve, no es propiedad apenas de Bolsonaro y sus “Chicago Boys” a cargo, con Paulo Guedes, del ministerio de Economía. El detalle sabroso es que los estados (provincias), más quebrados que la Unión (algunos ya ni pagan los salarios, qué decir de las jubilaciones) también declaran su apoyo a la panacea de la privatización de la previsión social, incluidos los estados gobernados por el PT (cinco de 27), mientras el partido declara su oposición a la reforma, sin que la contradicción le haga mover un músculo de la cara(dura).

Brasil usa 24% de su presupuesto nacional para pagar jubilaciones (incluidas las escandalosas pensiones vitalicias de hijas solteras de militares, que incurren todas en el pecado mortal del concubinato, y las no menos escandalosas jubilaciones de privilegio del Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial) y seguridad social (incluidas las pensiones de inválidos y personas de edad que siempre trabajaron en el “sector informal”, sin contribuciones). El 42% de ese presupuesto, in crescendo, es usado para pagar la deuda pública que remunera con intereses superiores al resto del mundo los títulos públicos emitidos exactamente para pagar los intereses de la deuda pública, engordando la tasa de lucros más alta del capital financiero mundial. El no pago de la deuda pública, interna y externa, es, por lo tanto, la condición básica de la reconstrucción y salvación nacional, y sólo podrá ser realizado por un gobierno de los trabajadores, sin presencia -ni compromisos- con el capital. Esa es también la base para la salvación de la maltrecha educación pública. La lucha contra la reforma previsional y en defensa de la educación convergen en un único programa. Pero es este programa, exactamente, el que brilla por su ausencia en el movimiento en curso.

La crisis política, y los problemas estructurales del país, se agravan debido a la crisis económica, que pone al Brasil en el umbral de la cesación de pagos, al crecimiento del déficit fiscal y la reducción de las reservas internacionales. Las proyecciones de crecimiento económico han sido revisadas a la baja por duodécima vez en lo que va del año (las más realistas ya hablan de un crecimiento inferior a 1%, muy abajo del crecimiento demográfico); el desempleo (13 millones de desocupados oficiales, 25 millones reales) y la rebaja salarial general no han producido una onda de inversiones, sino lo contrario. El gran capital mundial, el gran elector, votó a Bolsonaro para que les entregase un país arrasado y de rodillas, lo que hasta el momento no ha sucedido, y opera ahora sobre la base de una crisis política que se profundiza y puede desarrollarse como recesión económica y crisis institucional, poniendo en jaque a todo el régimen político.

Los desafíos de la hora

En esas condiciones, la crisis de dirección del movimiento de los explotados también se agrava. Con excepción de una pequeña minoría y sin representación parlamentaria, agrupada en parte de la CSP-Conlutas, las direcciones sindicales y estudiantiles, que están a la cabeza de las convocatorias de las grandes movilizaciones, giran en torno al PT y los partidos patronales (un detalle a no pasar por alto es que eso incluye a casi todas las corrientes “trotskistas”, que se encuentran en el PT, el PSOL, o llevando una existencia parásita de ambos). No existe un programa de clase, un programa de transición. La muletilla de “no discutir para no perjudicar la unidad contra Bolsonaro”, es un camino de derrota de la movilización en desarrollo. A la lucha, todos contra Bolsonaro (y Mourão), si; a la discusión, también, para construir una corriente obrera revolucionaria y garantizar la proyección estratégica de las luchas en curso y en preparación en el gigante obrero y campesino de América Latina.
 

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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