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martes, 23 de julio de 2019

La bipolaridad política de los falsificadores


La bipolaridad política de los falsificadores
 

¿UNA TERCERA VIA ENTRE EL CATASTROFISMO Y EL PTS?





Por Javier Becerra
El PTS quiere meter una cuchara (democratizante y desmoralizada) en la pelea rupturista de Altamira con el PO

Hace pocos días la prensa obrera publicó un artículo de Guillermo Kane en el que pretende hacer al mimo tiempo una delimitación tanto con el PTS como con Jorge Altamira y “su grupo”. El artículo, escrito y publicado en función de salirle al cruce a la intervención “oportunista y desmoralizadora” del PTS (el autor no explica sobre quién sería el efecto desmoralizador pero entendemos que sobre la mentada “mayoría” y su militancia) no supera por lo tanto el balbuceo hibrido –con una cuota grande de cinismo- entre las dos posturas que busca criticar. El artículo, en definitiva, demuestra la enorme debilidad teórica de una “mayoría” que se topa con el significativo problema de tener que justificar su existencia más allá de un aparato, es decir, a través de un programa y una estrategia que la diferencie del resto de la izquierda, incluido el propio “altamirismo”. El artículo, apresurado y no menos “oportunista” que el del PTS, mete en un brete a la dirección del PO del cual busca salir con exhortaciones y calificativos peyorativos sin el mas mínimo desarrollo tanto contra el PTS como contra Altamira.

Kane comienza recordando un tweet de Andrea D,tri conmemorando los 30 años de su corriente haciendo énfasis en que en el reducido mensaje se señaló que en esas tres décadas “no paso nada”. “Muchos compañeros –continua Kane- que no siguen la elaboración teórica de esta organización se sorprendieron”. Kane, quien se jacta de ser el mismo un conocedor de esa elaboración, no hace más que desnudar una debilidad y una responsabilidad de la propia dirección a la que pertenece. La dirección mayoritaria del PO nunca quizo un debate de programa y estrategia serio con el PTS, algo que Altamira reclamo sistemáticamente (Cinismo I). Lo ha rechazado sistemáticamente reemplazándolo por artículos sobre divergencias “tácticas” que en la mayoría de los casos no son más que textos autorreferenciales plagados de chicanas en tal o cual frente sindical o estudiantill. Por otra parte (cinismo II) parte de la propia dirección del PO se ha mostrado encandilada ante el desarrollo de la corriente internacional del PTS (FT-CI) llegando incluso a insinuar que sus pasos deberían ser imitados por la CRCI, destacándose entre ellos un asiduo y nobel editorialista de la nueva prensa obrera destacado por su anti altamirismo, y un rabiosamnete indignado dirigente cordobés que no soporto el balance crítico de Altamira sobre las elecciones en su provincia. Si el PTS puede meter una “cuchara desmoralizante” en las filas de la “mayoría”, es pura responsabilidad de una dirección que no prepara a su militancia para encarar debates estratégicos con el resto de las corrientes y que además siembra confusión con su ambigüedad política en relaciona sus aliados en el FIT

La respuesta que se ensaya contra las “tres décadas de vacío” demuestra el desconocimiento total del planteo del PTS. Kane antepone una respuesta nacional trotskista (con algunos datos “internacionales” de los últimos años) a un planteo que caracteriza toda una etapa del desarrollo capitalismo y de los niveles de conciencia de la clase obrera internacional. Contrapone torpemente al escueto planteo de D’ Atri –ampliamente desarrollado en infinidad de artículos de dirigentes del PTS a los cuales obviamente Kane no apela ni de casualidad- con una amalgama de sucesos de la lucha de clases argentina para demostrar que “si pasaron cosas”. EL planteo del PTS, en realidad, busca demostrar una victoria en toda la línea de la burguesía y el imperialismo a escala planetaria a partir de tres sucesos que encadenan: la derrota del último ascenso revolucionario 1968-1981; la ofensiva neoliberal, y la restauración capitalista en los ex estados obreros (la cual sería producto de las contradicciones internas de la burocracia y no de la presión de la propia crisis capitalista de manos de una burocracia integrada a la economía mundial), fenómenos, que dicen ellos, provocaron un enorme retroceso en la subjetividad de la clase obrera. El PTS, no hace que demostrar, ni más ni menos, la existencia de una “ofensiva estratégica de la burguesía”. Remember? Los buenos lectores y los militantes comprometidos seriamente con los debates del XXVI Congreso del PO deberían recordar este postulado tan discutido que cuenta con las huellas digitales de los dirigentes de la “mayoría” del PO (Cinismo 3). Hasta ahora el PTS no se ha cobrado los derechos de autoría.

Mas allá del acuerdo o desacuerdo con estos postulados del PTS y con todas las críticas que se le puedan realizar, buscan dar un contenido “internacionalista” a lo que Kane responde de modo absolutamente “ provinciano”. El PTS monta su estrategia sobre una caracterización de conjunto. Es allí, por ejemplo, donde se debería buscar el origen del “dialogo” entre Gramsci y Trosky, entre otras “novedades” teóricas y políticas que sostienen (Sobre Clausewitz no nos podemos hacer cargo de las burradas que digan otros. Señalar que su uso es parte de un capricho estrafalario del PTS es desconocer los orígenes de los aportes de la ciencia militares a la estrategia del marxismo revolucionario).
Aunque Kane se queje por “la desconexión confesa” entre los fenómenos de la crisis económica y la lucha de clases que expresa el PTS, y que señale que todo es parte de “una justificación prefabricada para dedicarse a la autoconstrucción de un aparato y justificar sus adaptaciones” (Cinismo 4), debería partir de reflexionar sobre que tipo de estrategia política se está dando la corriente anticatastrofista con la que polemiza. Explicar eso, si constituiría un aporte al debate de estrategias, pero Kane prefiere solo decir que “son aparatos”. Es decir, Kane no solo rechaza la tarea de tener que explicar cuál es el origen anticatastrofista del PTS sino que también rechaza profundizar sobre cuál es su estrategia política. ¿Cuál es motivo de semejante desplante? ¿incapacidad? ¿pereza intelectual? Enfrentar seriamente al PTS en términos de debate de estrategia y programa pondría a Kane ante la traumática experiencia de tener que dar cuenta sobre cual es la estrategia política que debería desplegarse a partir del “catastrofismo” que dice defender la dirección actual del PO oposición a la estrategia de los anticatastrofistas. Como los perros de la biblia, debería volver sobre su propio vomito.

Como los zapatos aprietan, Kane debe apelar al bagaje teórico catastrofista del PO clásico para intentar rebatir al pts creyendo que con una vulgar apelación al mismo alcanza para posar de marxista revolucionario e internacionalista. Sin embargo, la inevitable concesión al enemigo Altamira termina desnudando rápidamente la deriva estratégica de la “mayoría” dirigente pasando del desfazaje confeso del PTS al desfazaje vergonzante y estratégico del PO. No alcanza con decirse catastrofista y realizar una enumeración de combates de la clase obrera solo como una enumeración de datos objetivos que adornan el carácter de la crisis mundial. Lo que se espera de una catastrofista es que plantee que esos combates se constituyan en parte de la experiencia estratégica del proletariado, es decir en la “experiencia viva de nuestra época” sobre la cual interviene un partido revolucionario intentando orientar y hacer avanzar a la clase hacia el poder. Por esto mismo la importancia de las consignas de poder uniendo las luchas actuales con una experiencia estratégica cumulada en la clase obrera y las masas. Al colocar los combates de la clase obrera solo de manera cosmética y como referencias tabicadas “del clasismo”, la dirección actual del PO parece inferir que la experiencia del Argentinazo, solo por nombrar uno de los hitos que cita Kane, habría quedado cerrada, al mismo tiempo que corta cualquier hilo de continuidad –incluso en lo teórico- con las experiencias mas profundas del proletariado en décadas anteriores (huelga general, congresos obreros, tomas de fabricas, coordinadoras, etc).
La cantinela de “ganar a las masas”, “ganar más sindicatos”, “ganar más bancas” son formulaciones huecas (que no incomodarían a ningún socialdemócrata) si no son parte de una estrategia revolucionaria, es decir, si no está orientada hacia la toma del poder. En este aspecto es cuando se observa toda la crisis teórica y estrategica de la mayoría del cc: “el PTS es anticatastrofista y tiene una orientación conservadora. Nosotros somos catastrofistas y también tenemos una orientación conservadora”. La reivindicación folclórica del catastrofismo no vale nada cuando no se construye y se prepara un partido para la catástrofe, es decir con una estrategia revolucionaria para vencer.
El “catastrofismo” de Kane lo lleva incluso a señalar que “las condiciones objetivas para la revolución están más que maduras”, para señalar casi de inmediato que el poder burguesía “promueve grandes bloqueos políticos”. Las oscilaciones políticas de izquierda a derecha de la cual emergen fenómenos circunstanciales tipo Bolsonaro son las que hacen sucumbir a la dirección actual del PO, cuando solo se tratan de impulsos desesperados que provienen únicamente de la superestructura y que no hacen más que expresar toda la inestabilidad del sistema. El desfasaje entre catástrofe económica y estrategia política por parte del CC del PO no podría ser mayor. Darle la mano al PTS para criticar el catastrofismo “afiebrado” del altamirismo, tiene su correlato en una paciente - y conservadora- tarea de preparación para enfrentar los momentos álgidos. Asi es, los mismos que critican el conservadurismo del PTS desenvuelven una orientación similar y la defienden a rajatablas ante las posiciones de Altamira y su grupo. Basta para ello recordar el articulo al respecto del “conservadurismo de la clase obrera” escrito por Miguel Bravetti –otro miembro de la “mayoría”- de hace pocos días (Cinismo 5).

El "catastrofismo" de Kane y la nueva mayoría pone al partido –es decir el factor subjetivo por excelencia- a invernar, es decir en un lugar secundario como si estuviésemos atravesando una lenta evolución orgánica (lo que si plantea el PTS). “Las bases no dan”, “poner el oído a las masas” y todos los “proverbios de la gradualidad” que se nos ocurran a pesar de la crisis catastrófica del capital y de decir que “las condiciones objetivas para la revolución están maduras”. Son precisamente esas premisas catastróficas las que dan pleno sentido a la estrategia revolucionaria, así como al partido mismo y a su dirección por oposición al tacticismo rayano en el oportunismo y la capitulación. En una etapa caracterizada como lo señala el PTS no habría demasiado que hacer desde el punto de vista subjetivo, sin embargo, para una corriente –y especialmente para su dirección- que se define como catastrofista se debe partir de la comprensión de que cualquier giro brusco pondría de inmediato en juego el rol del partido revolucionario.

El detalle que faltaba

Kane soslaya el silencio del PTS en relación al derecho a fracción solicitado por Altamira y su grupo. Es interesante, porque justamente el partido que se reivindica como el más cabal enemigo del régimen de partido único fundamentando su estrategia en el sovietismo, no ha dicho ni mu sobre el democrático y genuino reclamo de la fracción publica del PO. Este problema, lejos de ser “reboleado” al rincón de los problemas interno del PO constituye un problema de debate estratégico para la vanguardia obrera en su conjunto. Se debe reafirmar que a cada estrategia le corresponde un régimen interno, que no es más que el germen del régimen social por el que se lucha ¿no es esto del mayor interés para cada obrero o joven que se acerca a las ideas del troskysmo? Está claro que la omisión de Kane por la falta de posición del PTS al respecto, es de su absoluta conveniencia, pero junto con el vergonzoso desfazaje entre catastrofismo y estrategia pone al descubierto toda una concepción de partido. La vanguardia interesada sabrá sacar las mejore conclusiones


Fuente: https://www.facebook.com/javier.becerra.3194/posts/10220862110092196

Nota a la que hace la crítica : https://prensaobrera.com/politicas/64696-el-pts-quiere-meter-una-cuchara-democratizante-y-desmoralizada-en-la-pelea-rupturista-de-altamira-con-el-po 

martes, 16 de julio de 2019

ELECCIONES 2019: RESOLUCIÓN POLÍTICA

Frente a las elecciones del FMI, llamamos a votar al FIT-U, por una Asamblea Constituyente Soberana y por un Gobierno de Trabajadores

1. El proceso electoral transcurre en el marco de la crisis abierta por la bancarrota financiera de abril-agosto de 2018. La corrida cambiaria de ese período y la mega devaluación del peso, desataron una inflación en gran escala, un derrumbe industrial, la desvalorización de ingresos de los sectores populares, y un crecimiento de la pobreza y de la desocupación. La quiebra del plan económico desencadenó una crisis política excepcional – de gobierno y régimen político, o sea de la “coalición a la carta” entre el macrismo y el peronismo. El rescate del FMI convirtió al régimen político en rehén del capital financiero, y al FMI en su tutor directo. El FMI se ha convertido en el árbitro del proceso electoral, como se manifiesta, por otra parte, en el condicionamiento que ha impuesto a las coaliciones en disputa – forzando a CFK a dar un paso atrás en la fórmula del pejotismo y forzando a Macri a convocar a Pichetto, un peronista con tránsito entre los gobernadores del PJ y con vocación declarada de agente de los fondos internacionales. La magnitud de la crisis obligó al FMI a sumar, al rescate de la deuda pública, miles de millones de dólares para financiar la fuga de capitales del conjunto de los capitalistas. Tomada en su conjunto, la crisis industrial no encuentra salida y se ha acentuado la pauperización social.

2. El proceso electoral, repetimos, se encuentra bajo la tutela del FMI – esta es la caracterización fundamental de las elecciones de 2019 que no realiza ninguna de las fuerzas políticas en disputa. Esta tutela determina, al mismo tiempo, la tendencia a la crisis del proceso electoral que, por un lado, queda sujeto a los llamados ‘golpes de mercado’ y, por otro, a la presión de la crisis industrial y a las luchas que se desenvuelven con independencia de las elecciones. En estos términos, la campaña electoral constituye, por sobre todo, un operativo de distracción, en cuanto apunta a hacerle creer a las masas que son un canal de salida a las penurias populares e incluso a la propia crisis. Mientras circulan en profusión los ‘spots’ mediáticos, prosigue la salida neta de capitales y por sobre todo los despidos y cierres de empresas. Las certezas que difunde el gobierno acerca de que el financiamiento del Tesoro se encuentra asegurado, valen lo mismo que las que prodigó Luis Caputo, en enero de 2018, respecto a la cobertura de ese año - sólo que la escala actual del endeudamiento y los plazos, es considerablemente superior. De otro lado, el mercado mundial se encuentra bajo la presión de una guerra comercial y financiera, y del agotamiento de recursos fiscales y de las bancas centrales, para intervenir en un próximo rescate capitalista. La intervención electoral de la izquierda revolucionaria debe denunciar el condicionamiento excepcional que caracteriza a estas elecciones y señalar, a la vanguardia de los trabajadores, que reclama el voto y la presencia en el parlamento para impulsar las luchas, la acción directa y la organización política independiente en pos de un salida obrera a la crisis, o sea por un gobierno de trabajadores. El proceso electoral en curso se distingue de todos los posteriores al de octubre de 2001, porque se desarrolla en un período político de crisis excepcional.

3. La posibilidad de una salida capitalista a la crisis actual se encuentra condicionada a que ocurra una derrota política de envergadura de los trabajadores. Esa ‘salida’ significaría una reestructuración de amplia escala de las relaciones políticas y sociales vigentes en perjuicio de los explotados. Es obvio que esta derrota no ha tenido lugar; las luchas obreras, de la mujer, la juventud, los sin trabajo no cesan, y que el régimen político se prodiga en proclamas contra los derechos de los trabajadores, pero no ha reunido las condiciones políticas para imponerlas. No alcanzan para ello los resultados electorales que obtengan unos u otros. Bien mirado, las coaliciones electorales que se han formado revelan una atomización sin precedentes de las fuerzas patronales tradicionales, como se pondrá de manifiesto en el próximo Congreso. En el campo de la clase obrera se desarrollan luchas de gran porte: la toma de Minetti; la toma de la empresa Suchen (mielcitas) contra los despidos (el 90%, mujeres sostén de hogar); la huelga de UTA en el interior; la toma del Ministerio por parte de los fileteros de Mar del Plata; la rebelión en Ecocarnes contra la burocracia de Fantini; la lucha de Unilever Gualeguaychú; la lucha salarial en el ingenio tucumano de Marapa; lo mismo en sanatorio Sol en Bariloche; la gran huelga en Minera Aguilar; la movilización del Sutna por paritarias; la ocupación de Canale y la posibilidad de su expropiación; las luchas ‘sottoterra’, como las que se desarrollan en los talleres del Subte; la rebelión docente en Chaco; la situación en Cresta Roja; entre otras. Las elecciones deben ser utilizadas para desarrollar una campaña que prepare el choque de clases que prefigura esta situación de conjunto. Se trata de una preparación política que debe manifestarse, para empezar, en una campaña de reclutamiento de los obreros y luchadores más activos. “Las elecciones se juegan con cartas marcadas. Que no nos estafen, organicémonos con el Partido Obrero y votemos al FIT-U para preparar la salida política victoriosa de las próximas luchas”. Separar el episodio electoral del conjunto de la etapa abierta por la bancarrota en curso es un obstáculo para una campaña obrera y socialista, y constituye un electoralismo sin fundamentos ni posibilidades. Cada campaña electoral está atravesada por su propia etapa política.

4. El proceso electoral disimula la crisis de conjunto desatada por la bancarrota económica. Las consignas de la etapa no quedan suspendidas por el episodio electoral; lo contrario es un craso oportunismo. La reivindicación de una Constituyente Soberana que revoque los poderes del estado tiene la actualidad que le da el impasse del régimen político y social. Plantea una transición de poder, cuando las masas aun no han alcanzado una consciencia socialista; es la consciencia que deben desarrollar los partidos revolucionarios en la lucha por la Constituyente Soberana, o sea con poder ejecutivo. No es casual que Pichetto haya justificado la alianza con Macri en la lucha contra el planteo “asambleario”. La Constituyente ocupa por eso un lugar preponderante en la campaña electoral - lo contrario es electoralismo, porque una agitación que no responde a una estrategia, no es agitación, es charlatanerismo. La oposición de los partidos capitalistas, y en especial del nacionalismo, a la Constituyente Soberana, debe ser usada para explicar que su función revolucionaria depende enteramente de la conquista del poder por un gobierno de trabajadores. En este marco, cualquier agudización de la crisis política y social, en el curso de la presente campaña electoral, da actualidad a la consigna Fuera Macri y el FMI, por una Constituyente Soberana – lo contrario equivale a subordinar la acción política directa a la boleta electoral y es militar a espaldas de una crisis que no cesa de manifestarse incluso cuando se intenta encubrirla por medio de la zanahoria del voto a los aparatos. La Constituyente Soberana es la expresión política del no pago de la deuda, porque el repudio de la deuda es una acción política, no una redistribución de los gastos del presupuesto, lo que implica reivindicar y poner en práctica la soberanía popular, o sea deliberativa.

5. El recambio político de 2015, que llevó al gobierno a una camarilla dispuesta a superar el impasse del gobierno precedente y del capital con un planteo estratégico ofensivo, es muy instructivo. Enseguida ingresó en una crisis: entre los partidarios del ‘gradualismo’, de un lado, y el ‘shock’, del otro. El ‘gradualismo’ se impuso, porque encubría un negociado gigantesco de endeudamiento para financiar obras de infraestructura y desarrollo inmobiliario, y para hacer viable el giro de utilidades y pago de servicios al exterior. Ese recambio electoral no fue suficiente para imponer una reestructuración social y política de conjunto; el proyecto, que se insinuó triunfante en 2017, se encuentra ahora bajo la amenaza de una derrota. La ‘polarización’ electoral, que los encuestadores anuncian extrema, es un resultado del derrumbe económico y sus consecuencias políticas, no de una vitalidad renovada del kirchnerismo, que participa ahora buscando esconder su gestión pasada. Las coaliciones macri-peronistas, de un lado, y kirchnero-pejotistas, del otro, ponen en evidencia una tendencia a un gobierno de unidad nacional, como recurso final de gobernabilidad.

6. El macrismo cifra sus posibilidades de supervivencia en el gigantesco subsidio que recibe del capital especulativo y del FMI; o sea en un incremento mayor de la abusiva hipoteca financiera. Por otro lado, varios filibusteros de la política aseguran que los gobernadores, con y aún sin “boleta corta”, trabajan subterráneamente para el macrismo. En las elecciones provinciales recientes, el macrismo ha perdido las capitales con mayor padrón electoral. Para contrarrestar este retroceso, numerosos gobiernos han salido a apoyar al oficialismo, en especial Trump y Bolsonaro. Se trata de una enorme apuesta política y financiera. Las elecciones de Argentina se cotizan en las Bolsas internacionales. Para imponer su política y sus negocios, el ‘establishment’ internacional procura la intervención a su favor del aparato de justicia de Argentina – una suerte de ‘replay’ de lo ocurrido en Brasil. Las elecciones se disputan en la Justifica federal y en los servicios de inteligencia; China y Rusia ponen los suyos también. La llamada polarización engendra su propia crisis política. Un aspecto de ella es el ‘doble comando’ instalado en la fórmula justicialista. CFK ha renunciado hace mucha a desempeñar un rol de agitadora popular, para ofrecerse como un rescate del sistema y un muro contra su hundimiento. El kirchnerismo se alinea con quienes han sido y siguen siendo aliados pejotistas del macrismo (los gobernadores y los parlamentarios que sostuvieron al gobierno de Macri), asegurando un re-recambio continuista. Tanto unos como otros, o sea Macri como F-F, no podrán gobernar como lo venían haciendo – la bancarrota financiera, la crisis industrial y las luchas de los trabajadores obligarán a una nueva transición, incluido un gobierno de unidad nacional. La burguesía nacional y sus partidos no están dispuestos a “recordar sus deberes nacionales” frente a la exacción extranjera, porque esa misma burguesía es la dueña de más de la mitad de la deuda pública.

7. La renegociación de la deuda contraída con el FMI condiciona los planteos del macrismo y del kirchnerismo. El primero ofrece a cambio ir por lo que no consiguió hasta ahora - las contrarreformas laboral, previsional e impositiva, e incluso la sujeción del peso al dólar. Para ello tendrá que reunir las condiciones políticas necesarias, o sea enfrentar crisis políticas mayores. Los F-F han sido más escuetos pero no menos contundentes - parar la inflación con un “pacto social” que sujete políticamente a los sindicatos. El macrismo también ofrece un “pacto social”, aunque de otro formato, esto porque la flexibilidad laboral, en su caso, implica diferenciar a la clase obrera mediante un ‘premio’ compensatorio de la flexibilidad laboral para la escala social superior de la fuerza de trabajo. Esto explica el apoyo al macrismo de parte de un sector considerable de la burocracia de los sindicatos, e incluso el apoyo futuro del que hoy se anota como opositor. El kirchnerismo, por su lado, ofrecerá al FMI una receta alternativa: la suspensión de las paritarias y los acuerdos de precariedad por empresas, o sea un ‘pacto social’ con otra parte de la burocracia sindical.

8. Ocho años después de su formación, el Frente de Izquierda vuelve a presentarse como una coalición exclusivamente electoral, que se disgrega enseguida en diferentes bloques parlamentarios. Este límite electorero afecta su autoridad antes las masas, y le impide, por ello solo, desempeñar un rol revolucionario. Su condición ambigua y episódica explica en parte el desplome en votos que ha sufrido en las elecciones provinciales. Las direcciones del FIT rechazan asumir cualquier responsabilidad política por este estancamiento y recurren para justificarlo al “obstáculo” que representaría el kircherismo y, ahora la polarización. La llamada polarización, sin embargo, es el resultado del papel jugado por cada fuerza en presencia frente a la crisis, que el FIT no enfrentó como un frente único actuante, ni por medio de una agitación política. Ha buscado salir de esta encerrona con la propuesta de ampliar el frente electoral, acentuando de este modo su perfil alejado de frente de lucha o acción. Se encarrila, al menos para un sector del FIT, a la formación de lo que se llama “el partido amplio”, es decir un partido heterogéneo y contradictorio que nace bajo una presión electoral. El electoralismo, en tanto estrategia política, es incompatible con el objetivo de un gobierno de trabajadores. Los ‘spots’ del FIT-U ofrecen “cambiar la historia”, ni más ni menos, por medio de la papeleta electoral. Otros candidatos llaman a votar al FIT-U en las Paso, con el objetivo de convertirlo “en tercera fuerza” en octubre – una manifestación sin ambages de cretinismo parlamentario. Caracteriza a las masas como “pasivas” o en “retroceso” para justificar la deriva electoralista, sin percibir que esta deriva acentúa la pasividad y el retroceso. El programa que improvisó el FIT-U para las elecciones no traza una perspectiva de crisis mayores y choques inevitables entre el capital y los trabajadores, lo que supone que el capital podría imponer su política sin resistencias, incluso rebeliones. La caracterización que hace el FIT-U de estas elecciones no dice una palabra sobre el impasse de la burguesía frente a la crisis, incluido su alto grado de inmovilismo político, a pesar de la verdadera oleada de crisis en el plano político en el último año y medio. Sustituye en más de una ocasión el slogan “que la crisis la paguen los capitalistas” por la de que paguen “empresarios”, “especuladores”, “oligarcas”, es decir que no ataca al capitalismo como sistema de explotación sino que adopta el clásico enfoque ‘populista’ de atacar a determinados núcleos dentro de este sistema. No denuncia el operativo distraccionista y encubridor del proceso electoral, adjudicando este enfoque a un “cretinismo anti-electoral”. En un período convulsivo como el que sacude a Argentina, donde tuvieron lugar varios paros generales, una gigantesca lucha en desarrollo de la mujer, la enorme manifestación del 2x1, el coreo multitudinario de MMLPQTP, ocupaciones de empresas y yacimientos, y las jornadas del 14 y 18 de diciembre e innumerables cortes de calles y rutas por parte de trabajadores sin trabajo, es necesario un balance de estas luchas, para elevar su consistencia y empuje y plantear una estrategia, o sea arribar a un planteo de poder. Las conclusiones de ese balance servirían para impulsar desde la tribuna electoral la acción directa y la organización política militante de la clase obrera, y eliminar de las masas el espejismo e incluso la obnubilación electoral, para que vean a las elecciones como un instrumento de lucha, de acuerdo a condiciones concretas. Con estas limitaciones, el Frente de Izquierda-U es la única fuerza relativamente antagónica a los explotadores en estas elecciones y una boleta para que el trabajador se reconozca como tal, hasta cierto punto, frente a los partidos, coaliciones y candidatos del capital.

9. La dirección oficial del Partido Obrero se ha valido de toda clase de instrumentos para bloquear la participación en las elecciones y en la campaña electoral de los compañeros que reclaman el reconocimiento de una tendencia al interior del PO con derecho a una intervención pública proporcional a su representación partidaria. Se han eliminado candidatos ya votados por sus regionales, se priva de recursos a otros que no han podido sustituir o se interviene judicialmente a comités como Tucumán para sostener a una minoría sin principios ni escrúpulos. Nuestra corriente, avalada por un documento político que suscriben 900 militantes, no se resigna a mirar la lucha electoral desde el balcón, por lo que ha resuelto participar en ella, apoyando al FIT-U (unidad de acción), en los términos expuestos en los documentos de nuestra tendencia.

10. Por una Constituyente Soberana, Por un Gobierno de Trabajadores, llamamos a votara al FIT-U.

13 de julio de 2019
 

sábado, 13 de julio de 2019

Sopa una y otra vez



PTS: Impotencia para explicar la deriva del PO y LA CRISIS (argentina y mundial)
 

         El PTS bajo la pluma de Fernando Scolnik y Matías Maiello ha metido la cuchara en la crisis del PO. En La Izquierda Diario del domingo 7 escriben un largo artículo: “A propósito de la crisis del PO: ¿cuál es el camino para la izquierda trotskista?”.

            ¿Acaso como ´trotskistas´ que se reclaman, el PTS se ha pronunciado contra la Stasi-GPU de Solano & Cía.? ¿En contra de las expulsiones en masa de casi un millar de compañeros? ¿En contra del recurso judicial (burgués) de la ya ´minoría´ del PO para intervenir Comités díscolos? No, sobre esto ni una palabra. El PTS surfea sobre las supuestas divergencias en el PO ocultando lo fundamental: que a la facción dirigente del PO que usurpa el partido solo le falta pagar el copyright al PTS. Scolnik y Maiello se encargan del operativo encubrimiento. Parafraseando al poeta Alberto Arias que recogió el guante del “atentado criminal” del comunicado oficial del PO para denunciar que se trata de “´un atentado criminal´ contra el proletariado” y denuncia la “fractura y violencia (de la supuesta ´mayoría´) versus (el planteo) de deliberación y acción común (que propone la ´minoría)” el PTS mira para otro lado.

 

                                    Crisis capitalista: ¿qué crisis?

 

            Bien mirado el PTS no hace ningún ´aporte´ al debate sino más bien refrita un conjunto de viejas posiciones. Altamira, Ramal y la “fracción” seríamos unos recalcitrantes seguidores del llamado ´catastrofismo´ que caracterizó siempre al PO, mientras que Solano-Pitrola sólo renegarían parcialmente de esto. ¿Scolnik-Maiello se hacen los distraidos?

            La tesis petesiana (expresada ya en el 5to.párrafo, y reiterada varias veces a lo largo del artículo) la suscriben hoy a pie juntillas Solano-Pitrola: “a pesar de las profundas tendencias a mayores crisis, incluso en varios países imperialistas, y a que pasaron los años de mayor triunfalismo capitalista, en los que llegó a hablarse hasta del ´fin de la historia´, aun no asistimos a ascensos obreros generalizados y por lo tanto no está aún en el horizonte político de sectores de masas la perspectiva de la revolución socialista”.

            Se trata de una contradicción en sus propios términos. O sea de un disparate para un marxista: si hay “profundas tendencias a mayores crisis” el “horizonte político … de la revolución socialista” nace de esas tendencias. Si no se formula así el problema “la perspectiva socialista” sólo es metafísica, es decir, idealismo puro. Ni Marx ni ninguno de los clásicos (Trotsky menos que nadie) planteó el problema de otra forma. Para que las masas se acerquen al socialismo hay que desarrollar una praxis revolucionaria a partir de su propia experiencia. El PTS que se jacta de tener pegados sus dirigentes a los movimientos de masas niega lo más elemental: que haya luchas y movilizaciones que planteen el problema del poder. Para el PTS, como para Bernstein (¡120 años atrás!) una cosa son las luchas reivindicativas; otra las luchas políticas. El PTS coloca un tabique entre unas y otras y practica –igual que la mayoría del PO– un “luchismo” seguidista en términos económico-democratizantes. Las luchas “no darían para más” que para eso. Por esto se va a la rastra del feminismo vulgar y no se lucha por potenciar el movimiento de la mujer a escala revolucionaria-socialista; es decir, ligarlo a la lucha del proletariado y el socialismo. 

            En Suiza el movimiento de la mujer acaba de tener una manifestación absolutamente extraordinaria. ¡Se trató de una huelga política de masas como hacía 100 años no vivía el país! ¿Excepción a la regla? “Parece que 2019 podría ser el año de las protestas” masivas “en la escena global”, se escribió estos días en The New York Times (artículo firmado por Amanda Taub y Max Fisher, reproducido en La Nación, 7-7). “El 23 de junio, en Praga, los checos se concentraron en la manifestación más grande desde la caída de la Cortina de Hierro para exigir la renuncia de su primer ministro, acusado de corrupción. Y apenas unas semanas atrás, un millón de personas se manifestó en Hong Kong contra la ley que permitiría la extradición a la China continental. El gobierno se vio obligado a retroceder. En Kazajistan, protestas masivas provocaron miles de arrestos, y todavía haya más. Y en Argelia, el presidente Abdelaziz Buteflika dejó el cargo en abril después después de las protestas; unos cuantos días después, le siguió el presidente Omar al Bashir, de Sudán”. Este racconto omite la bancarrota electoral de Erdogan 15 días atrás y la explosión democrática que desencadenó. La conclusión de The New York Times es inversa a la del PTS y la ´mayoría´ del PO: “desde aproximadamente 2010 hemos visto un aumento aparente en la movilización de gente que por lo general no se moviliza”. En términos de Lenin, los de “abajo” no soportan más la dominación de los de “arriba”. Para Scolnik-Maiello, igual que para la ´mayoría´ del PO, en cambio, sobresale “la falta de procesos de lucha generalizados y radicalización política”.

            ¿Estamos negando el fenómeno Bolsonaro en Brasil, Macri en Argentina, el ascenso de sectores derechistas en Europa y de Trump en los EE.UU.? De ninguna manera: pero en vez de actuar como agoreros derrotistas ponemos de relieve el potencial desestabilizador de estos fenómenos y su carácter relativamente explosivos; nacidos además, en particular los dos primeros de la bancarrota de las experiencias nacionalistas (PT, Cristina). Ninguno de estos fenómenos ha significado la puesta en marcha de procesos fascistas de envergadura; menos que en ningún otro lado en los EE.UU. A su manera ha ocurrido lo contrario: Bolsonaro hace agua a solo seis meses de asumir, Macri sorteó las elecciones de medio término, pero ahora se las ve en figuritas para salvar su régimen. En cualquier caso, el futuro argentino sigue siendo el más incierto de todos.

            La izquierda argentina, lamentablemente, luego de la importantísima experiencia del FIT desde 2011, ha entrado en una involución política. Está completamente atada a una perspectiva electoral, es decir, de desarrollo parlamentario. La izquierda se niega a trabajar en función de una perspectiva revolucionaria, explosiva, de la situación política; que niega. La fracción de Altamira y Ramal tiene la virtud de defender la perspectiva original, revolucionaria, de ese frente que nació a contramano de las experiencias frustrantes –atadas al nacionalismo vetusto– del Frente del Pueblo e Izquierda Unida, del pasado. Lo que está en juego es esto: ¡de ahí que la vanguardia obrera y democrática del país se ha interesado en esta crisis! El PTS se niega a sacar las debidas conclusiones porque sería negar todas las premisas de su desarrollo.

            Los marxistas, y el FIT que se reclama del campo de la independencia política de los trabajadores, tienen el deber de desarrollar este debate. Se trata del futuro del socialismo que, por antonomasia, debe formularse en términos internacionales-internacionalistas. Si se niega el carácter catastrófico de la dominación capitalista presente estamos fritos. Ésta ha sido la base de la degeneración de todas las fuerzas políticas de izquierda en los últimos 160 años desde el movimiento fabiano inglés. El ascenso de la derecha, como acaba de ocurrir una vez más en Grecia en las elecciones de ayer, tiene su base en la traición de la izquierda a este principio básico.

            El supuesto ´mecanicismo´ que el PTS y la ´mayoría´ de PO acusan a Altamira-Ramal se vuelve en contra de los acusadores: ¿alguien puede creer que Marx y sus discípulos en 170 años de marxismo se han limitado a ver ´madurar´ las condiciones objetivas para plantear la lucha por el poder? Las condiciones para la lucha por el poder hay que crearlas por medio de la acción política. Las condiciones objetivas para la revolución están creadas –a nivel internacional además– hace mucho tiempo; éstas no solo están ´maduras´ tienden a descomponerse y a la putrefacción del capital (de aquí nacen las tendencias al fascismo que, sea dicho de paso, sólo niegan los que no plantean así el problema). Se trata de construir poderosos partidos obreros y socialistas para la lucha por el poder. Así planteó siempre el problema el marxismo-trotskismo. El programa del marxismo siempre se formuló como una guía para la acción práctica de las masas hacia el poder: los llamados “sistemas de consignas” a lo PTS-´mayoría´ del PO es parlamentarismo puro. Es la escuela del pablo-mandelismo que degeneró al trotskismo en la posguerra.

En un acto de completo cinismo, Scolnik-Maiello sostienen que “de la lectura de los documentos públicos de ambos sectores del PO no surgen a nuestro entender cuestionamientos a la poca importancia que esta organización le da a la teoría, al internacionalismo, a la reflexión estratégica o al balance sobre su práctica política”. Es claro para cualquiera que siga a la ´mayoría´del PO que Solano-Pitrola abrevan en el charlatanerismo antimarxista del PTS.

 

La teoría de todos los gatos son pardos

 

            Scolnik-Maiello negando todas las enseñanzas desde la Crítica al Programa de Gotha de Marx critican el documento de la “fracción” (y se alinean con Solano-Pitrola) detrás del planteamiento de igualación del kirchnerismo con el macrismo. Reivindican el balance del oficialismo del PO sobre las elecciones cordobesas (que el PTS hizo suyo) que “no solo expresa una gran subestimación de la importancia de la evolución concreta de la lucha de clases, sino que exonera a la burocracia sindical, al kirchnerismo y a todos los actores que enumera en tanto protagonistas claves para permitir que pasen los ataques de Macri y se afirme la pasividad de las masas en la coyuntura electoral. El planteo de criticar solo al gobierno y negar la lucha política con la oposición burguesa (que ya estaría garantizada por levantar determinada consigna) se acerca peligrosamente a una ubicación de ala izquierda del ´frente antimacrista´”.

            La negación a la lucha por el poder, que se expresa entre otras cosas en el “Fuera Macri” es mucho más que esto. La denuncia del kirchnerismo sin lo anterior se transforma en una política que ubica al FIT-U, lamentablemente, en un terreno pantanoso, por no decir lisa y llanamente favorable al macrismo. Para tener autoridad ante los K no podemos igualar a unos y otros. Hacer esto es lassallismo, el marxismo se coloca siempre en el terreno de la lucha contra el enemigo fundamental (en este caso, el macrismo). Sólo así se puede atacar consecuentemente al otro, por sus inconductas.

            La defensa incondicional que hacemos del FIT, el llamado a votar al FIT-U en todas las instancias, debe hacerse detrás de un planteo de poder: Fuera Macri, Asamblea Constituyente, Gobierno de Trabajadores. Para que el FIT sea reorientado en una perspectiva revolucionaria, de frente de acción común, en todos los terrenos, como siempre planteó el PO.

            El texto de Scolnik-Maiello tiene muchas otras aristas para ser explotadas y de las cuales es fundamental demarcarse. Un capítulo que aquí no abordaremos pero que es de antología tiene que ver con la experiencia sindical y del movimiento piquetero. Un partido que ha perdido todas sus posiciones sindicales y que jamás tuvo nada que ver con la experiencia del movimiento piquetero pretende dar ´cátedra´, ¡en particular al dirigente revolucionario que lideró la primera Asamblea Piquetera Nacional, en 2001, en La Matanza! Quien suscribe se limita a hacer estas observaciones. Invitamos a otros compañeros a pronunciarse y enriquecer este debate.

 

                                                                       Norberto Malaj    8-7-2019

 

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miércoles, 3 de julio de 2019

PT de Uruguay : Compañeros del Partido Obrero


Es con profundo asombro que asistimos a la resolución adoptada por el Comité Nacional del PO, que sólo puede entenderse como una expulsión no declarada de la fracción constituida por centenares de militantes, en torno al documento emitido inicialmente por Jorge Altamira, Marcelo Ramal, Juan Ferro, Daniel Blanco, Julio Quintana, Pablo Busch y Pablo Viñas.


El Comité Nacional sin embargo no asume la responsabilidad de una expulsión, sino que “considera que el grupo dirigido por Altamira ha resuelto romper con el Partido Obrero para formar su propia organización”. Más adelante, se habla de “ruptura declarada” –pese a que no hay tal declaración de ruptura, sino la constitución de una fracción, es decir, la proclamación expresa de que no se abandona el partido, sino que se librará una lucha política por una determinada plataforma que ha sido publicada. La expulsión de una fracción en forma sumaria va contra todas las tradiciones del marxismo revolucionario y el trotskismo, que siempre han buscado preservar la unidad del partido y la democracia en el seno de la organización revolucionaria.


En nuestra tradición, va de suyo que una fracción se dirige abiertamente a la clase obrera y no es un mero agrupamiento de cara a un congreso. ¿O acaso la Liga Espartaco de Luxemburgo-Liebknecth-Mehring-Zetkin no era una fracción pública? No hablemos de la fracción bolchevique en los períodos en que la socialdemocracia rusa estaba unificada. La Oposición de Izquierda de Trotsky no se proclamaba como partido, era apenas una fracción no reconocida, perseguida y reprimida por el aparato estalinista, que se dirigía a la clase obrera.


Sorprende, por ello, tanto énfasis en contra de una fracción “pública”, dado que la existencia de fracciones se produce precisamente cuando las diferencias políticas y metodológicas han superado los marcos “normales” del funcionamiento partidario. ¡Las fracciones espartaquista y bolchevique tenían publicaciones propias! Y libraban abiertamente una lucha teórica y política en el seno del partido, buscando ganar influencia en la vanguardia y las masas. La idea de que una fracción elabora únicamente textos para un Boletín Interno y que luego de perder una votación se calla, es ajena a la democracia obrera. El centralismo democrático concebido de esta manera es ajeno a nuestra tradición, compañeros.


En distintos documentos del CEN y el CN así como en las cartas que recibimos de parte de la Comisión Internacional del PO, se venía afirmando sistemáticamente la idea de que Altamira y Ramal preparaban la ruptura. Sólo podemos concluir que esta persistente afirmación, que también fue planteada por los compañeros Heller y Santos en la reunión que mantuvimos en Montevideo, venía preparando el ambiente para proceder a una purga –no puede tener otra denominación la exclusión sumaria de cientos de militantes, incluyendo al fundador del partido y su principal teórico y exponente público.


En la resolución del CN del PO –y en los documentos que vienen preparando esta expulsión– se afirma contradictoriamente que no existen diferencias estratégicas ni políticas profundas, y al mismo tiempo que Altamira y Ramal expresan una tendencia pequeño-burguesa. Nos preguntamos cómo podría ser posible que una tendencia pequeño-burguesa no tuviera diferencias políticas y programáticas en el seno de un partido obrero. Por el contrario, se argumenta para fundamentar la expulsión que la fracción recién conformada desarrollará una campaña electoral en apoyo al FIT-U con la consigna “Fuera Macri” –posición que habría sido derrotada en el Congreso partidario– es decir, se reconoce que hay una diferencia política. ¡Al punto de afirmar que le hace el juego al kirchnerismo! Según el CN, estas diferencias no serían reales sino inventadas, apenas justificativos para romper. Esto habría que demostrarlo precisamente a partir del debate político, no partir de un prejuicio y a partir de allí resolver nada menos que excluir a cientos de militantes.


Es que la resolución del CN es llamativa ante todo por su desprecio a la comprensión que puedan tener sus propios militantes (entre ellos, los cientos de expulsados, a los que se da por “perdidos” y se los trata como seguidores acríticos u obsecuentes de una persona), y por supuesto el conjunto del movimiento obrero y la izquierda –incluida la clase obrera internacional, frente a la cual se desprestigia al principal partido de la CRCI, y por supuesto a toda nuestra Coordinadora. Una ruptura no se procesa de esta manera, incluso en presencia de diferencias aún mayores, sino que en caso que sea inevitable debe demostrarse a través de la lucha política que existen diferencias políticas insalvables y perfectamente claras. La claridad es todo lo que falta en esta resolución, que niega que existan diferencias y atribuye todo tipo de intenciones incomprobables a la fracción opositora. La resolución también desliza insinuaciones que buscan desprestigiar especialmente a Altamira, que implican desmoralizar y ensuciar a todo el partido y la CRCI. Entre otras cosas se ha comparado al fundador del PO y redactor de las Tesis Programáticas de la CRCI, nada menos que con Plejanov. También se deslizan elementos que apuntarían a privilegios o corrupción, que no se habían mencionado hasta que Altamira y Ramal asumieron una lucha por una posición discrepante, como minoría del anterior CN. Aparecen recién ahora como instrumentos para difamar a esta oposición a la línea mayoritaria. ¿Es este el método bolchevique, trotskista? Claramente, no.


La forma burocrática en que se procesa esta situación, tratando con ligereza una ruptura nada menos que con el fundador del partido y cientos de militantes, es el mejor servicio a quienes calumnian sistemáticamente al trotskismo, al que colocan como una fuerza incapaz de desarrollarse e implantarse en el movimiento obrero, y condenada al sectarismo por sus constantes divisiones y fracturas.


El Comité Central del Partido de los Trabajadores llama al Comité Nacional del Partido Obrero a rever esta resolución, a dar todas las garantías estatutarias a sus militantes, a defender la unidad del PO. Otra cosa significaría un retroceso histórico para la clase obrera y los revolucionarios de todo el mundo, por lo que apostamos a que se retorne a las mejores tradiciones de nuestra corriente. Las organizaciones de la CRCI han solicitado una reunión urgente y están dispuestas a intervenir para evitar una fractura que sería liquidadora del PO. El PT de Uruguay se pronuncia por la defensa del centralismo democrático, lo que implica el derecho a tendencia o fracción, como mecanismo de defensa de la unidad del partido y de la CRCI.

Comité Central del Partido de los Trabajadores (Uruguay)
02 de Julio del 2019


Fuente: http://pt.org.uy/companeros-del-partido-obrero/

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Politica Obrera