"Fuego amigo", dijo Aníbal Fernández para referirse a su derrota.
Apuntó a Casal, futuro ministro de Scioli, y "a los intendentes que
tuvieron su castigo, porque perdieron". El fuego amigo empezó por
arriba, porque fue de conocimiento público el reparto de boletas
cortitas de parte de Scioli en múltiples distritos bonaerenses cuando
advirtió que la candidatura de Aníbal lo hundía, entre otros lugares,
nada menos que en Lomas de Zamora. Pero por abajo, fue un sálvese quien
pueda, tanto de los intendentes del FpV como de Massa. Estos últimos,
con autorización de su jefe repartieron boletas cortas y tijeras para
defender sus kioscos y así, y sólo así, el massismo defendió una decena
de intendencias. El macrismo ganó 65 intendencias bonaerenses, de manera
que el peronismo oficial quedó con menos ante la gobernación de Vidal.
Otro afluente del fuego amigo fue la Iglesia. Según la revista
"Crítica", con monseñor Arancedo a la cabeza, desde los púlpitos de las
parroquias se impulsó "detener al narcotráfico con la voluntad popular".
Nadie desconoce los vínculos de Julián Domínguez -otro ministeriable-,
tanto con el clero de cabotaje como con el romano. Otro que llamó en
provincia a votar a Felipe Solá fue La Alameda, que aunque sin votos en
la provincia, es un indicativo directo de las posturas de Francisco.
El corte de boleta no ha sido reflejo de la "madurez del peronismo",
sino de un salto en su descomposición. Es interesante ver que, con la
buena votación que logra Massa compitiendo con sus propuestas
fascistizantes por derecha con el macrismo, no está en condiciones de
colocarse como candidato a una reorganización del peronismo. Sus votos
fueron netamente opositores y negociará con Macri, lo que agravará la
crisis del peronismo y la disgregación de sus filas de punteros. Por
otro lado, el massismo tiene nueve diputados dispuestos a retirarse del
Frente Renovador, con Roberti a la cabeza (su mujer ya se fue), pero
hacia Scioli.
¿Seguirán ese curso?
Interesan, en este marco, los movimientos de la burocracia sindical. El
balotaje vuelve a complicar la estrategia de unidad sindical peronista
de Moyano, que con seguridad acentuará el apoyo a Macri puesto que por
primera vez en varios años su olfato habría funcionado un poquito. La
trenza de Caló se aferra más todavía a Scioli. La "unidad para
garantizar la paz social", como marcó Maturano, deberá esperar y luego
deberá pasar por el tironeo de prebendas con el nuevo gobierno para
garantizarla, contra los trabajadores que deberán enfrentar el ajuste.
El triunfo macrista tiene en provincia dos vertientes claras de fondo.
Un voto democratizante, digamos de orientación progresista, contra la
tenebrosa candidatura del responsable político de los crímenes de
Kosteki y Santillán y del territorio liberado del crimen de Mariano.
Contra el hombre de vínculos directos con las fuerzas de seguridad
represivas y los servicios corruptos de espionaje. Contra "la morsa".
Por otro lado, el interior bonaerense se pintó de amarillo por el
vuelco en masa del capital agrario devaluacionista a Vidal. El debate de
gobernadores que no hubo fue en el Congreso de Carbap, al que Aníbal
pegó el faltazo, por razones bien distintas que nosotros, desde luego.
Stolbizer firmó todo tipo de compromisos con los reclamos del capital
agrario, pero se votó el original, ante una copia sin destino.
Sectores de trabajadores han votado a Macri. No sólo por repudio a la
confiscación impositiva e inflacionaria. También pesa la creencia de que
la devaluación y el levantamiento del cepo liberarán una economía en
recesión y con perspectivas de agravamiento de suspensiones y despidos.
Lo vimos en los ferrocarriles, en las siderúrgicas y gráficas y también
en porciones enormes entre docentes y aún estatales.
El macrismo se ha dotado en la provincia de no pocos aparatos de
Estado, el provincial y la mitad de las intendencias, y, muy
probablemente tenga el nacional como viene la ola. Pero se trata de un
rejunte político heterogéneo y que siendo la derecha, ha tenido que
vestirse de "progre". "La revolución del amor" del macrismo termina el
11 de diciembre cuando empiecen a gobernar las fabulosas contradicciones
sociales de la provincia de Buenos Aires.
El macrismo ha sido el vehículo electoral en la apertura de esta nueva
fase de la crisis del peronismo y el radicalismo. El hundimiento de
Stolbizer y nuestra victoria sobre ella en su provincia, marca otro
aspecto que es el fin de la centroizquierda, en línea con la jubilación
de Binner en Santa Fe. Sabbatella, aliado a Aníbal y a Scioli, perdió
hasta Morón.
Resistimos esta ola, por la decidida campaña del Partido Obrero, en
soledad en la provincia por parte del FIT, con una clara agenda de
clase, marcando una perspectiva a los trabajadores ante los verdugos de
la clase obrera, caracterizando la crisis y el ajuste que preparan y
denunciando a las izquierdas kirchneristas, unas aliadas a Aníbal -como
La Cámpora y Nuevo Encuentro-, las otras, como el Evita, nuevos
sciolistas fanáticos.
Allí, nuestros 400 mil votos son un lugar político conquistado
formidable, preparatorio de las grandes batallas en el movimiento
obrero, contra el ajuste y contra la promesa macrista de limpiar los
sindicatos de troskos. La madre de las batallas empieza ahora en la
provincia y pondrá a prueba al clasismo y al Frente de Izquierda para
dar otro salto político en el nuevo período de lucha de clases que se
avecina y para intervenir como construcción política histórica en la
crisis del peronismo.
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