A medida que se acerca el domingo 25, queda claro que las elecciones
generales sólo serán un episodio en la crisis política y económica que
se proyecta, con toda su fuerza, hacia el próximo mandato presidencial.
En el último tramo de campaña, los tres candidatos que disputan el
comicio le han ofrecido al capital nacional e internacional la promesa
que éstos querían escuchar; a saber, que la crisis que deja el
kirchnerismo le será trasladada a los trabajadores. Ese fue el contenido
de los planteos de Scioli, Macri y Massa en la reunión empresarial de
Idea en Mar del Plata. Un comentarista llegó a llamar a ese denominador
común antiobrero -ajuste, tarifazos, devaluación, re-endeudamiento-,
como el "consenso de Mar del Plata", rememorando el célebre "Consenso de
Washington". Refrendando este rumbo, Scioli designó como jefa de un
eventual gabinete económico a su ministra Silvina Batakis, ejecutora de
un brutal ajuste a costa de la infraestructura sanitaria, educativa y
urbana en la provincia, junto a la emisión de un festival de bonos de
deuda. Para la "seguridad", Scioli postula al represor Berni, lo que
despertó la impostora "preocupación" de la misma fauna kirchnerista que
lo viene bancando en el gabinete actual. Completando la saga, le ha
prometido el control de la inteligencia a un hombre de De Narváez. Estas
son las armas reaccionarias que ha elegido Scioli para competir con el
derechista Macri, o con Massa y su propuesta de mandar el ejército a los
barrios.
Descomposición económica y política
La firmeza de los candidatos para emprender un rumbo ajustador no
resuelve, sin embargo, el enorme desconcierto económico y político que
enmarca la elección de este domingo.
En el plano económico, las propuestas de los candidatos oscilan entre
un arreglo sumario con los fondos buitre, para tramitar después un
re-endeudamiento y postergar una megadevaluación (Scioli), o transitar
ese camino pero al revés, devaluando primero para convocar luego al
capital internacional y a los exportadores que han encanutado la cosecha
(Macri).
Los que impugnan la primera variante señalan que ningún capital vendrá
al país sin mediar previamente un ajuste y una devaluación. Los que
rechazan la segunda dicen que la devaluación, sin un ingreso de fondos
previo y un brutal ajuste, acentuaría la desorganización económica
(hiperinflación) y podría desatar una crisis política. El resultado de
este impasse es el inmovilismo, que los "mercados" terminarían por
resolver mediante una corrida.
Las últimas medidas de CFK-Kicillof echan más nafta al fuego, pues la
emisión de deuda atada al dólar y los contratos de futuro (con un dólar
más o menos "planchado") obligarán, en caso de una fuerte devaluación, a
una fenomenal emisión y desembolso de pesos para pagarle a los
especuladores. Las salidas de los ajustadores, además, chocan con las
tendencias disolutorias de la crisis mundial. Los tres candidatos
deberían mirarse en el espejo de Brasil, donde el programa que ellos
propugnan para Argentina -devaluación, ajuste- acentuó la recesión y la
fuga de capitales.
En el plano político, las elecciones serán otro capítulo en la
desintegración de los partidos tradicionales, y en primer lugar del
peronismo. En la provincia de Buenos Aires se prevén todo tipo de cortes
de boleta y cruces de preferencias electorales, que pondrán de
manifiesto la declinación de varios barones del conurbano. El desarrollo
electoral está dando cuenta del derrumbe de Stolbizer en la provincia
de Buenos Aires y coloca al FIT, otra vez, en la batalla por uno y hasta
por dos diputados. En Capital, si llegamos a más y más trabajadores y
jóvenes, desnudando el obstáculo divisionista de Zamora, podemos ganar
la batalla por el diputado. Scioli ha resuelto un reparto masivo de
boletas "cortas", para salvar a su candidatura de ese derrumbe de los
caudillos locales.
Massa también. A través de los cortes de boleta preparados o
consentidos, el peronismo bonaerense pilotea la misma desintegración
política que en Tucumán, Santa Cruz, Formosa o Jujuy busca sortearse con
los lemas, acoples o colectoras. De todos modos, el caso más agudo de
candidatura "tóxica" abarca a toda la provincia, y es el de Aníbal
Fernández. El responsable de la Federal que liberó la zona del crimen de
Mariano Ferreyra -y que no fue juzgado por ello- podría ganar la
provincia y terminar imputado por el tráfico de precursores químicos
para el narcotráfico. Del lado de la oposición, el radicalismo se ha
servido del mismo juego de lemas y colectoras para tratar de imponerse
en algunas provincias. Los aspirantes a ganar el 25 de octubre no
expresan ninguna vitalidad política: son una sobrevivencia penosa del
régimen que concluye con una nueva bancarrota nacional.
Tendencia ascendente
La desconfianza popular hacia los candidatos que se disputan la
elección tiene su expresión positiva en las manifestaciones de adhesión
que recoge el Frente de Izquierda, a la escala de todo el país. En las
horas previas al comicio, este ascenso se verifica en las recorridas de
lugares de trabajo y estudio, en los debates públicos, en las
participaciones televisivas, en las mesas callejeras. La campaña del
FIT, y su acento en un programa de reivindicaciones elementales contra
el ajuste -salario igual a la canasta familiar, 82% móvil, prohibición
de los despidos- y de reorganización nacional sobre nuevas bases,
contrasta brutalmente con quienes prometen entregar sus futuros
gabinetes a agentes confesos del capital internacional. Más allá de las
concentraciones obreras o juveniles, las expresiones de apoyo se
extienden a núcleos de artistas, a los luchadores democráticos o
ambientales. En las últimas horas, reforcemos esta tendencia con una
intensa agitación en las calles y en las redes sociales. Convirtamos a
los nuevos adherentes y votantes en aguerridos fiscales del Frente de
Izquierda, para defender el voto del domingo.
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