La verdadera novedad política que pueden producir los comicios del
domingo próximo es el desarrollo electoral que registre el Frente de
Izquierda. Los candidatos oficiales tienen una agenda ya impuesta por la
crisis financiera que reciben como peludo de regalo. Ninguno definirá
el rumbo político ulterior del país cualquiera sea el desenlace
electoral entre ellos. Lo que se ofrece a la vista en un menú de
coaliciones y rupturas – como ya lo anticipa el pasaje de massistas al
sciolismo, por un lado, y la autonomía que se reserva el bloque de la
Cámpora, por el otro. La proliferación de planteos que se ofrecen para
evitar la declaración de una cesación de pagos es testimonio de la
desorientación que predomina en la burguesía ante las incertidumbres de
la crisis mundial. A ninguna fracción capitalista se le escapa que la
crisis fenomenal que se desarrolla en Brasil es una suerte de anticipo
de lo que ocurrirá en Argentina en el período próximo.
‘Defol’ económico y político
La mayoría de los asesores de los candidatos oficiales admite que
Argentina ha llegado tarde para salir de la crisis financiera con los
métodos convencionales, como sería una devaluación regulada, dada la
fuerte tendencia devaluatoria que ya existe como en la mayoría de los
países de la periferia. La caída de la cotización de la deuda pública y
privada de Brasil, Colombia, Perú – no digamos Venezuela, le ha quitado
atractivo a la inversión extranjera en la devaluada deuda pública de
Argentina. Argentina enfrenta obligaciones financieras enormes a corto y
mediano plazo: u$s 11 mil millones por importaciones no pagadas; u$s 15
mil millones por giros de utilidades retenidos; deudas provinciales en
moneda extranjera y en pesos que se ajustan al dólar; más de u$s 10 mil
millones de nueva deuda emitida en 2015; la deuda, obviamente, con los
acreedores que no entraron en los canjes pasados; los $400 mil millones
que el Banco Central debe a los bancos locales (sin computar los
intereses); los compromisos por venta de dólar futuro por cerca de u$s
20 mil millones, que, dependiendo del porcentaje de una devaluación,
podría costar al Banco Central unos $30 mil millones; y, por último, las
obligaciones que se desprenden del pago de la deuda reestructurada y
del déficit fiscal de 2016. A esto hay que añadir un tema crucial – el
tarifazo que reclaman tanto las privatizadas como los acreedores, sean
internacionales o nacionales.
¿Qué le hace falta a esta bancarrota capitalista para que se dibuje en
Argentina una situación histórica nueva? Sin duda, un avance del Frente
de Izquierda – el polo político antagónico al Estado capitalista, sus
partidos y sus ‘salidas’ tradicionales. Este avance tendría lugar cuando
se desmorona una tentativa mediocre para reeditar el primer peronismo,
lo cual refuerza, en forma inevitable, la discusión que hace tiempo se
encuentra en marcha entre los trabajadores acerca de la alternativa
política de la propia clase obrera. Al final, el nacionalismo argentino
ha sido una sombra, cada vez más desdibujada, de los únicos momentos de
suba de la cotización internacional de las materias primas desde la
última guerra mundial: 1946/49; 1973/74; 2003/10.
La tedencia de la izquierda
¿Podrá repetir el Frente de Izquierda el salto que produjo en las
legislativas de 2013, cuando obtuvo arriba de un millón doscientos mil
votos y tres diputados nacionales, o al menos preservar esos resultados?
Si simplemente ocurriera esto último, duplicaría el número de diputados
en el Congreso. En 2013, el Frente de Izquierda dejó atrás cualquier
logro anterior de la izquierda de Argentina en materia electoral, al
obtener un 20% de los votos para diputado nacional en Salta y un 30%
para la senaduría de la capital de esta provincia; o el 14% en Mendoza.
Estos resultados son relevantes porque, masivos como son, se distinguen
como un salto cualitativo – un pasaje del electorado peronista a la
izquierda (“saltar el cerco”). Lo mismo se dio en algunas localidades,
como Capitán Bermúdez, en el departamento de San Lorenzo, Santa Fe, con
el 18/20% en dos oportunidades y en varios municipios mendocinos.
Incluso el avance ha sido interesante en la ciudad de Buenos Aires, pues
del 0.8 de las locales de 2011, el FIT logró superar el 5% en las
nacionales del mismo año, aunque sin la competencia de Luis Zamora, y
obtuvo un porcentaje similar en 2013, pero esta vez con la derrota de
Zamora, que obtuvo un 4 por ciento (lo cual significa que el Frente de
Izquierda duplicó los votos). En las diversas elecciones provinciales de
2015, no se repitieron los resultados de 2013 – aunque en la mayoría de
los casos se trató de un retroceso relativo, pues mejoraron los de
2011. El domingo que viene el Frente de Izquierda va lograr un avance
sobre estos registros, porque tiene por piso la suma de los votos de
varias listas de izquierda que no superaron las Paso o de las que
solamente participaron en las elecciones provinciales. Por pura
aritmética debería sumar un punto o punto y medio al 3.3% obtenido en
las Paso.
El ascenso del Frente de Izquierda, en 2013, tuvo lugar en un definido
cuadro de agravamiento de la crisis económica, que culminaría con la
devaluación y la crisis bancaria de enero de 2014. Había quedado de
manifiesto el fracaso de las medidas tomadas luego de las presidenciales
de 2011, como el ‘cepo’, los controles de precios y los blanqueos de
capitales. Esta crisis pulverizó la ambición re-reeleccionista de los K.
La burguesía impulsó un cambio de frente desde el mismo oficialismo con
la candidatura de Massa, que se proyectó en la emigración de
intendentes y hasta gobernadores kirchneristas hacia la oposición y en
la victoria de Massa en la provincia de Buenos Aires. El Frente de
Izquierda se benefició entonces de un descontento popular creciente y de
las fisuras políticas en el campo gobernante. En ningún lugar fue esto
más claro que en Salta.
Un gran domingo
¿Cómo se presentan las cosas ahora? El oficialismo ha contenido el
estallido de la crisis (no la crisis misma, que es aún más explosiva) a
través de un endeudamiento de características usureras, y también se ha
adaptado al cambio de frente que reclama la burguesía por medio de la
candidatura de Scioli y sus gobernadores aliados. Esto explica el
retorno al kirchnerismo de los intendentes y punteros que se habían ido
con Massa. El oficialismo ha hecho suya la agenda de la oposición, a
través de Scioli. Los resultados a la vista son el recule de la
oposición, por un lado, y del camporismo, por el otro, que ya anticipa
un rol opositor. La contención económica, de una parte, y el
realineamiento político, de la otra, fue acompañada por un reflujo del
movimiento obrero, relativamente a la participación en dos importantes
paros generales. La precaria recuperación de la iniciativa política del
oficialismo, a partir de estos realineamientos, condicionó los procesos
electorales de 2015.
La víspera de la elección del domingo que viene parece mostrar, sin
embargo, un agotamiento de esta iniciativa. La amenaza de un estallido
de la crisis se presenta cada vez más visible. Los candidatos del ajuste
han sido incapaces de clarificar sus posiciones ante el electorado
frente a esta crisis. El manifiesto desinterés demostrado por el
electorado en la campaña es una expresión de la desconfianza en todos
los candidatos oficiales. Se ha ido conformando, hacia el final, un
cuadro con características similares a 2013, incluso potenciado. Es
cierto que los trabajadores no abandonan de un día para otro a los
movimientos que los despertaron a la vida política, pero en Argentina ya
hay una mayoría generacional que ha despertado y despierta a la
política en las condiciones actuales – el 45 o el 73 lo ve en la
escuela. Esto explica la reiterada mención a las ‘juventudes
militantes’; desde la rebelión popular de 2001, la izquierda
revolucionaria ha incidido cada vez más en estas nuevas generaciones, y
ahora obtiene la ventaja del ejercicio de su oposición de izquierda al
kirchnerismo. Asistimos a una experiencia que se encuentra todavía en
sus primeras etapas. El domingo que viene se reflejará en las urnas.
El arma de la organización
Como se ha dicho más arriba, el Frente de Izquierda, en 2013, ha
superado en impacto electoral a cualquier resultado obtenido por la
izquierda en el pasado, y lo ha hecho desde una posición socialista, no
desde la democrático-burguesa, por ejemplo, del Frente del Pueblo e
Izquierda Unida. Sería, sin embargo, caer en la fantasía electorera si
no se advierte que, como influencia organizada y reclutamiento obrero,
el Frente de Izquierda está aún muy rezagado frente a estos mismos
antecesores. Está lejos de poblar la cancha de Huracán o reunir 60 mil
personas en Plaza de Mayo (donde también estuvo el PO), como lo
consiguió IU – o tener la presencia en las fábricas del MAS. Incluso en
las elecciones de mayo de 2000 la izquierda en su conjunto obtuvo un 16%
de votos en Capital y Zamora un 14% en 2003. En las vísperas de un
ascenso electoral es necesario subrayar la necesidad de superar esta
contradicción, algo que para una izquierda revolucionaria es una
condición para su victoria. La etapa que se inicia luego de las
elecciones no se disputará con papeletas sino con luchas y
movilizaciones, y estas luchas y movilizaciones necesitan ser
transformadas aún más de lo que se va transformando el escenario
electoral, esto porque con los desgastados métodos de la burocracia
sindical, el movimiento obrero no avanzará de ningún modo. Solamente un
reclutamiento enérgico de la vanguardia de la clase obrera permitirá
producir esta transformación. Un movimiento político revolucionario es
tal cuando expresa las carencias que debe superar y los métodos para
ello, su Qué Hacer.
En la medida que la campaña electoral ha servido para despertar a
contingentes numerosos de obreros y de jóvenes, la izquierda
revolucionaria tiene ante si una gran perspectiva de crecimiento y
organización militante.
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