En diciembre, el ministro Axel Kicillof intentó recaudar 3.000 millones
de dólares mediante la emisión del Bonar 24. El bono ofrecía una
supertasa del 9%, pero las ofertas recibidas apenas llegaron a la décima
parte. También propuso canjear por un nuevo bono, el Boden 2015, que
vence en octubre próximo, por 6.700 millones, pero tampoco tuvo
aceptación. La situación empezaba a lucir peligrosa toda vez que
Argentina no tiene los dólares en efectivo para pagar ese vencimiento.
El fracaso suponía la imposibilidad, también, de un canje de ese bono
por otro a la fecha del vencimiento, lo que hubiera colocado a la
Argentina ante la necesidad de una nueva reestructuración de toda la
deuda, ya reestructurada. En el mercado financiero, una tasa del 9%,
considerablemente por encima del bono a diez años del Tesoro
norteamericano -del 2,3 %-, es calificada como riesgo de defol. ‘Kici’,
por otro lado, ha hecho un curso acelerado de fraude, porque esta vez
colocó el Bonar 24 a un precio inferior al que cotizaba en el mercado
hasta el día interior. Las malas lenguas aseguran que, de ese modo,
disimuló el pago de comisiones al Deustche Bank, que habría hecho de
colocador en las sombras.
¿Qué pasó ahora? Pidió 500 millones de dólares, de nuevo por un Bonar
2024, y recibió ofertas que sobrepasaron ese monto -1.490 millones- de
nuevo a una supertasa de 9%. ‘Kici’ cantó victoria. ¿Es para tanto? ¿Qué
significa este ‘éxito'? El Bonar 24 es un título en circulación, que ya
fue usado para cancelar la indemnización de Repsol y las multas por
litigios en el Ciadi-Banco Mundial. Emitido ahora con legislación local,
el gobierno K y los compradores del título esperan que la operación no
sea bloqueada por Griesa.
La ‘alegría’ del ministro es una confesión de parte, porque es claro
que pretende resolver la crisis de deuda por medio de un endeudamiento
mayor, a tasas de interés superiores a las existentes. La otra
‘satisfacción’ oficial obedecería a la expectativa de que el gobierno
pueda endeudarse en dólares, con inversores internacionales, a pesar del
litigio con los fondos buitre. Todo el mundo sabe, sin embargo, que el
‘éxito’ de la operación reciente está vinculado con la certeza de los
capitalistas de que el gobierno que surja de las elecciones tiene en
carpeta un arreglo definitivo en los términos del juicio que se ventila
en Nueva York.
La ‘alegría’ K, por el reconocimiento de la solvencia de Argentina que
representaría el éxito de la emisión del Bonar 24, recuerda la del
primer ministro griego, Samaras, cuando obtuvo ofertas, hace poco más de
un año, por 20.000 millones de dólares para una colocación que pedía
solamente 5.000 millones de dólares. Bailaba, aunque no lo sabía, sobre
el abismo. En el mundo financiero y en el académico impera la falacia de
que la abundancia de liquidez mundial ampara a la humanidad entera de
cualquier defol, porque siempre habrá plata para refinanciar deudas.
Pero ¿adónde se ha visto que el capital proteja a su competencia y que
no procure ponerla fuera de acción bajo el procedimiento de la quiebra?
Los capitalistas solamente aceptan dinero ficticio hasta cuando estiman
que pueden convertirlo en cualquier momento en valor real. La
verificación entre uno y otro supone la posibilidad y la necesidad de
las quiebras y bancarrotas.
El drenaje de reservas
La urgencia -sino la desesperación- de ‘Kici’ es comprensible. Las
reservas en divisas decrecen, entre otras cosas, por la venta de ellas a
ahorristas que luego las revenden en el mercado negro, lo cual mantiene
‘planchado’ el dólar. En marzo, el Central vendió 485 millones de
dólares y en el año supera los 1.400 millones. Un cálculo conservador
asegura que, hasta las elecciones, se esfumarían 4.680 millones de
dólares. El Central tendría solamente unos 12.000 millones de dólares de
reservas líquidas -o sea disponibles para cubrir vencimientos. Cuando
habla de endeudamiento, el gobierno K omite las nuevas deudas en pesos
del Tesoro, por más de 10.000 millones de pesos, que tuvo que emitir
porque ya no puede exprimir solamente al Banco Central. Pero,
precisamente, a la hora de cancelarlas, no se podrá hacerlo con pesos
del Central, lo cual desatará una corrida al dólar. A esto hay que
agregar la deuda dolarizada o atada al dólar de las provincias y la
ciudad capital.
La situación financiera es considerablemente más seria cuando se
computan las deudas por giro de dividendos bloqueados y por
importaciones financiadas desde afuera. El sciolista Miguel Bein ha
estimado la deuda por giro pendiente de dividendos en 14.000 millones de
dólares. ‘Kici’ ha conseguido una tregua con estos acreedores, porque
una parte de los dólares que entran irán a esos giros y porque la compra
de Bonar 24 ha servido para girar esos dividendos al exterior en la
forma de un título de deuda externa que puede venderse a precio
razonable en el mercado internacional. Fue lo que hizo Repsol, cuando le
vendió al Citibank los títulos que le entregó Argentina por la
expropiación pasada.
La operación ha sido cuestionada, de todos modos, ante el juzgado de
Griesa, con el argumento de que cualquier emisión en dólares es deuda
externa, sin que importe la jurisdicción en que se haya hecho. YPF hizo
una emisión propia, dos días después, ¡bajo legislación norteamericana!
El nac&pop ‘Kici’ resultó ser un alumno aventajado de Martínez de
Hoz, quien endeudó a YPF en dólares a cambio de pesos -como ocurre ahora
con Galuccio- y la mandó a la quiebra. Pedir dólares para invertir en
pesos es del más rancio monetarismo, el pecado capital que los K
atribuyen al ‘neoliberalismo’, y una clara manifestación de sometimiento
nacional. En ambos casos, la deuda nueva es para pagar deuda vieja y
girar dinero al exterior. La tesis de los fondos buitre no es
caprichosa: es la misma que aplicó la Comisión de Valores de Estados
Unidos al BNP de Francia, por operaciones en dólares con Irán, a pesar
de que respetaban la legislación francesa, lo cual significó una multa
de 8.000 millones de dólares, que casi hace quebrar al BNP. La Justicia
norteamericana se considera el custodio de la moneda internacional de
reserva que emite su país. Por el contrario, sin un sistema monetario
solvente propio, el recurso a nueva deuda extranjera para pagar deuda
vencida revela la condición colonial de la Argentina K.
La emisión "exitosa"
La "exitosa" emisión de 1.400 millones es una pequeña parte de los
montos que están en juego. Para eso, el "gobierno tuvo que vender el
título a 103 dólares el papel, 2 dólares por debajo de lo que cerró ayer
(105 dólares) y 5 dólares menos que los que cotizaba el 10 de abril
pasado (109,125 dólares)" (Cronista, 22/4). Sin ese "regalito" no habría
logrado lo recaudado. La agencia Moody's, luego del anuncio de la
colocación, recalificó la deuda argentina como "deuda basura" y con
"alto riesgo de defol".
A estas cifras se suma la creciente deuda del Banco Central y el Tesoro, que supera los 330.000 millones de dólares.
La consultora Ecolatina "estima que el Banco Central pagará un monto
por intereses de 60.000 millones de pesos hasta fines de 2015 o un 2,8%
del PBI" (Cronista, 21/4), que al precio del dólar actual son unos
17.000 millones de dólares más. Calculan que el aumento de la base
monetaria hará crecer "el stock de Lebacs un 60%, hasta alcanzar unos
500.000 millones de pesos a fines de año".
Desde la colocación del Bonar, los bonos comenzaron a bajar. A pocos
días de la colocación, el clima es adverso a cualquier nueva colocación.
Mientras YPF emitió también deuda por 1.500 millones de dólares al 9%,
Petrobras pagó 6%, a pesar de su fenomenal derrumbe financiero.
El diseño de un enfrentamiento electoral entre Scioli y Macri (o
incluso Massa) tiene su base económica en la insolvencia de Argentina,
luego de una ‘década ganada’, no en su supuesta renovada ‘estabilidad’.
Esos ‘tres mosqueteros’ constituyen el personal político que goza de la
confianza del gran capital para llevar hasta el final el reendeudamiento
usurario de los ‘Kici’, lo cual supone devaluaciones, aumentos
tarifarios y de impuestos a los trabajadores, y rebajas salariales. A
CFK solamente la sostiene la ley de la gravedad.
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