La corrupción descontrolada del gobierno le da a la extorsión judicial un amplio campo de maniobras.
“Claudio (Bonadio) es para mí un ejemplo de juez independiente.
Resuelve de acuerdo con sus convicciones siempre”. Esto lo dijo la
diputada ultrakirchnerista Diana Conti en 2010 y quedó registrado en La
Nación. Por eso Carlos Pagni, columnista de ese mismo diario, puede
decir (1º/12) que “el de la Casa Rosada y los tribunales no es un
conflicto. Es un divorcio”.
Esto es: no se trata de un problema entre Bonadio y el gobierno sino
entre el Poder Judicial y el Ejecutivo, lo cual es en sí mismo una
crisis política. La respuesta corporativa de los jueces a la reforma
encubierta del sistema judicial, dispuesta mediante la reforma al Código
Procesal Penal, es un acto de “golpismo activo” según Jorge Capitanich y
un ataque sedicioso de “caranchos” según la Presidenta.
No obstante, la ofensiva de Bonadio, si bien apunta al punto más
sensible del gobierno -la corrupción galopante de la familia
presidencial- no se propone ni podría proponerse (al menos no todavía)
el derrocamiento de la camarilla kirchnerista. El amplio respaldo que
Bonadio encuentra en la corporación tribunalicia no tiene su equivalente
en la oposición política, que acompaña las investigaciones muy
tibiamente (salvo Margarita Stolbizer, que presentó la primera denuncia,
el resto calla prudentemente, sobre todo Daniel Scioli). Por eso, los
pasos del juez son espectaculares pero calculados.
Igualmente es genial que en un pais se empiecen a allanar los bienes de las autoridades electas aunque sean honestas esta muy bien que allanen a los presidentes , que los investiguen de arriba a abajo a todos los diputados y todos los senadores , que no existan mas los fueros y que visiten los tribunales , ojala Menem vaya preso antes de morirse y dejen de protegerlo sus pares del FPV , que De la Rua vaya preso que Duhalde vaya preso y Cristina siga sus pasos tribunalicios y explique de donde saco su fortuna
Por ejemplo, Bonadio ordenó el allanamiento de un departamento vacío en
el microcentro porteño, donde funcionaban oficinas de Hotesur, la
empresa hotelera de los K. Fue un procedimiento de fuerte impacto
mediático y político, pero de valor probatorio limitado. En cambio, el
juez se abstuvo de allanar el domicilio fiscal de Hotesur, en Río
Gallegos. Ese domicilio coincide con el de la inmobiliaria Sancho, desde
donde Máximo Kirchner maneja toda la operatoria comercial de la
familia. Se trata, por el momento, de un aviso extorsivo, que sólo
anuncia la posibilidad de que el hijo presidencial termine esposado un
día de èstos.
Amigo de los amigos
Ahora bien, ¿Bonadio es respaldado sólo por las camarillas judiciales?
El gobierno dice que no, que el juez tiene vínculos políticos con Sergio
Massa. En efecto los tiene, pero será mejor para los K no batir el
parche sobre cómo comenzaron esos vínculos. Fue cuando los Eskenazi eran
los petroleros favoritos de la familia Kirchner, y se vieron envueltos
en algunas causas judiciales que involucraban también a Repsol. Fue
entonces, y por pedido de “él”, que Massa hizo que los Eskenazi tomaran
contacto con Bonadio para que les sacara las papas del fuego, y según
indica el sitio Letra P Periodismo Político, el vínculo de los dueños de
Petersen con el juez “terminó de fortalecerse luego de un encuentro en
Madrid en el cual también aparecían ejecutivos de la petrolera
española”. Ahora, los Eskenazi tienen sus fichas puestas en Massa, lo
cual es revelador del cambio de frente de la burguesía.
Pero no son ésas las únicas relaciones políticas de Bonadio. El juez en
cuestión tiene una larga amistad, personal y política, con Carlos
Corach, ex ministro de Menem y actual miembro del círculo más íntimo de
Scioli. Bonadio mantiene también vínculos aceitados con el senador
Miguel Angel Pichetto, del Frente para la Victoria. Como se ve, hay
“caranchos” afuera y “caranchos” adentro. Otro amigo de Bonadio es Jorge
“Fino” Palacios, quien es hasta hoy el jefe en las sombras de trabajos
sucios de Macri.
Y todavía no hablamos del encuentro que en junio de este año tuvo
Bonadio, en Roma, con Jorge Bergoglio, con quien en tiempos juveniles
compartió militancia en Guardia de Hierro, una organización de la
derecha dura del peronismo.
Por su lado, el jefe del Ejército, el represor César Milani, tiene a la
inteligencia militar muy ocupada en buscarles trapos sucios a jueces y
políticos opositores. Pero se ve ante un problema serio: toda la mugre
que encuentra enchastra al gobierno e incluso a él mismo. Eso le pasó,
por ejemplo, cuando investigó andanzas de Bonadio por las entrañas del
Partido Justicialista de Córdoba, donde el general responsable de la
desaparición del soldado Ledo tiene uno de sus centros operacionales.
Basta con meter un dedo en cualquier costado de esta burguesía para que
brote una pestilencia inaudita. Fortalecer a la izquierda
revolucionaria para reorganizar la Argentina sobre otras bases sociales y
políticas es, como puede verse, una cuestión urgente de salud pública.
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