De los pronósticos optimistas para el segundo semestre que anunciaban
los funcionarios del gobierno pasamos al pesimismo dictado por un
agravamiento de las contradicciones económicas. Ya no hay quien avizore
un despegue económico para el año en curso, el debate se reduce a
calcular cuánto caerá el PBI. Otro tanto ocurre con la inflación, que no
sólo sigue en cifras anualizadas superiores al 40%. Por primera vez, la
llamada “inflación núcleo” (la que calcula los precios no regulados por
el Estado) está por encima de meses pasados.
El choque dentro y fuera del gobierno entre quienes querían un ajuste
fiscal brutal y los ‘gradualistas’ ha devenido abstracto. Es que en los
últimos dos meses el gasto público creció en un 68%, muy por encima de
una recaudación impositiva golpeada por la reducción de impuestos a los
capitalistas y por la recesión. Así, el déficit fiscal primario
proyectado sería superior al de 2015 -un 4,7% contra un 4%. ¡Tenemos
‘neoliberales’ que gastan más que los ‘populistas’! La paradoja se
explica porque el macrismo ha mantenido y profundizado la política de
subsidios a las empresas privatizadas llevada adelante por el
kirchnerismo. Sólo para compensar a las petroleras y distribuidoras de
gas por el ‘recule’ en el tarifazo el gobierno anunció nuevos subsidios
por 11.800 millones de pesos. Pero además, redujo impuestos a las
mineras y al capital agrario (retenciones).
El gobierno dice que, a diferencia del kirchnerismo, el déficit fiscal
no se cubre con emisión monetaria, que genera inflación. Cita, como
prueba, que puso un límite de 160.000 millones de pesos para el
financiamiento del BCRA al Tesoro. El resto, mientras avanza el ajuste
‘gradual’, se cubre con deuda. Pero ocurre que los dólares que toman el
Tesoro o las provincias para cubrir sus déficits son cambiados en el
BCRA por pesos, emitidos a tales efectos. Al final de la rueda, la
cantidad de pesos que el BCRA debe emitir para el Tesoro supera con
creces la cifra pactada originalmente. Pero estos dólares tampoco quedan
en las reservas del BCRA, pues son usados para pagar deuda pública,
para financiar el giro de dividendos de empresas o, sencillamente, la
fuga de capitales (atesoramiento de divisas).
Con una inflación superior al 40%, el BCRA está obligado a esterilizar
su propia emisión monetaria mediante la colocación creciente de Lebac.
Esto explica que el stock total de Lebac creció un 70%, alcanzado la
friolera de 640.000 millones de pesos. A una tasa de interés del orden
del 30%, el BCRA debe pagar intereses de aproximadamente 192.000
millones, lo cual requiere una emisión adicional que agrava el déficit
del fisco.
El gobierno ha creado una bomba de tiempo que le puede explotar en la
cara. La altísima tasa de interés ha creado una bicicleta financiera,
que los especuladores explotan aprovechando las bajísimas tasas de
interés internacional, sumado al dólar relativamente planchado a nivel
local. A la inversa, una reducción de la tasa de interés llevaría a una
salida de las Lebac y una vuelta al dólar, lo que agravaría la
devaluación del peso incentivando aún más la inflación. El margen del
gobierno y del BCRA para aplicar esta reducción de la tasa de interés
enfrenta un problema adicional: el ingreso de dólares comerciales en el
segundo semestre será sensiblemente menor, ya que se ha liquidado la
parte sustancial de la cosecha.
Estas contradicciones de fondo explican por qué, en un cuadro recesivo,
el gobierno no puede apelar a la reducción de la tasa de interés para
reactivar la economía. Hay estadísticas que indican que, como mínimo, el
20% de lo invertido en Lebac son de fondos internacionales, que
desarmarían sus posiciones a toda velocidad.
A la luz de lo expuesto, es claro que la política económica del
gobierno se encuentra en un impasse, pues no ha logrado ninguno de los
cometidos que se propuso. De fondo, explica que la salida capitalista a
una crisis capitalista no puede procesarse con medidas monetarias o
financieras, sino que requiere un enfrentamiento directo con las masas. A
ello apuntan la carestía a expensas del salario, los tarifazos en toda
la línea y la caída del gasto social. Hay que tener en cuenta que la
ausencia de inversiones productivas no está dictada por la alta tasa de
interés sino por una caída de la tasa de beneficio, que los capitalistas
pretenden resarcir pagando salarios sensiblemente inferiores,
especialmente cuando se miden en dólares. La bicicleta financiera, en
cambio, supone un dólar planchado que bloquea esa desvalorización, sobre
todo en un cuadro inflacionario.
Los choques que se procesan dentro del gabinete gubernamental son el
resultado de este impasse. Existe una conciencia de que los
desequilibrios económicos se han acumulado, y ya no sólo por la
“herencia recibida”. El ajuste que se ha llevado adelante es un golpe
durísimo contra un pueblo con salarios promedio de miseria y afectado
por la caída del consumo y la precariedad laboral, pero por completo
insuficiente ante la envergadura de la bancarrota capitalista.
Esta pelea se decidirá en la arena de la lucha de clases.
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