Por Eduardo Blaustein
Identidades políticas diferentes impiden formar un frente opositor que
capitalice el malestar expresado en el cacerolazo. Mientras, el gobierno
nacional afianza su perfil de gestión y mejora el diálogo con distintos
sectores. El acuerdo con el PRO promueve inversión pública y el movimiento
económico.
El 8N pasó y no dejó novedades que no se conocieran incluso antes de que se
produjera: un número notoriamente mayor de manifestantes, el apoyo convocante de
los medios opositores y la posterior exacerbación, nuevos recortes engañosos
sobre las características de la protesta, las mismas dificultades de los
partidos políticos para pararse ante ella o intentar capitalizarla, respuestas
algo anodinas de parte del oficialismo. La foto del día 8 es similar a la del 7.
Sin embargo el Gobierno debe hacer un esfuerzo importante para llevar a la
realidad la consigna de la sintonía fina en toda su gestión y más aún en asuntos
vinculados al reclamo de los caceroleros que articulan con demandas
generalizadas en la sociedad: inseguridad, inflación, transporte público, entre
otras. También sería oportuno evitar confrontaciones innecesarias, mostrarse
haciendo, algo que suelen intentar la Presidenta y algunos funcionarios y
referentes kirchneristas, a veces a contramano de voceros que siguen empleando
discursos de excesiva dureza.
Lo que no puede ni seguramente hará el Gobierno es lo que sucedió con
administraciones más débiles: dejarse atropellar por lo peor del discurso
opositor, cambiar el rumbo de las grandes políticas inclusivas, las
democratizadoras, las de expansión de derechos. Hay lecturas interesadas y
distorsionantes del 8N según las cuales el cacerolazo fue una movilización de
estatura histórica. Se ha pretendido compararlo con la marcha de la
Multipartidaria a fines de la última dictadura o con el cierre de campaña de
Raúl Alfonsín en el Obelisco.
Cuantitativamente esas comparaciones son falaces: los caceroleros, aun contando
los distintos puntos de confluencia en Capital y el resto del país, fueron
muchos pero estuvieron lejísimos, por ejemplo, de llenar la 9 de Julio desde
avenida Independencia hasta Córdoba, como sucedió con aquel acto del presdente
radical. Hubo marchas mucho más importantes: las movilizaciones de Saúl Ubaldini
y la marcha por los 30 años del golpe de Estado. Cualitativamente, las
movilizaciones populares mencionadas antes hablaban de democracia, de trabajo,
de inclusión, de demandas colectivas, de derechos humanos. El 8N reflejó más
bien una agenda conservadora, con fuertes contenidos antipolíticos e
individualistas y, en sus componentes más regresivos aunque minoritarios,
consignas violentas y destituyentes.
Para los que hablaron del 8N como un mensaje de (toda) "la gente" o del
"soberano", escuchar significaría dejar de lado el sentido de la votación de
octubre pasado y cambiar drásticamente los rumbos centrales del Gobierno, lo que
es sencillamente antidemocrático. No sorprende entonces que digan, especialmente
desde los medios dominantes, "el Gobierno no escucha" cuando anticipan como
señal negativa o prepotente que esta semana se informará la situación de los 25
grupos comunicacionales que deben adecuarse a la Ley de Medios. A la vez, que el
Gobierno hable de la adecuación de 25 grupos y no de uno, es un modo prudente de
reafirmar que la ley correrá para todos.
Demasiado cacique
La semana anterior se conocieron los resultados de una encuesta, una más de las
que muestran la dificultad de las oposiciones para articular un proyecto
político consistente con su correspondiente proyecto de gobierno. Se trata de un
estudio realizado en Córdoba por Managment & Fit, netamente opositora, según la
cual el gobernador José Manuel de la Sota exhibe buenos números en su provincia
(52,3% de aprobación a su gestión) pero muy débiles en relación a su apuesta,
enésima, de candidatearse a la presidencia (apenas el 5,1% lo percibe como un
opositor relevante).
Es un solo caso entre tantos. Demasiados candidatos con un discurso débil y con
baja intención de voto. Algo que a su vez debe relacionarse con los sueños de un
frente opositor unido. Hasta hoy todo sigue igual en esa materia y es
perfectamente legítimo y entendible que ni buena parte del radicalismo quiera
aliarse con el macrismo ni que, para hablar de la ciudad de Buenos Aires,
Claudio Lozano o Pino Solanas no quieran ni siquiera negociar un frente en el
que figuren el radicalismo, Alfonso Prat Gay o la senadora María Eugenia
Estenssoro. Es que sencillamente se trata de identidades y tradiciones
distintas, que se supone propondrían políticas muy distintas en caso de que
gobernaran. ( unirse por el anti algo no sirve para una mierda y sius resultados siempre han sido nefastos , se termina lo que une a dos facciones opuestas y explotan las diferencias internas quer terminan siempre en forma desastroza , igual es lamentable y tipico de la politica argentina no votar ideologias y programas sino personas y siempre votar en contra de otra persona y no por otras politicas )
De Santa Fe al subte
El kirchnerismo sigue teniendo, en relación con ese paisaje de fragmentaciones,
la ventaja de constituir hasta hoy un frente sólido y el manejo del gobierno.
Pero se encuentra con dificultades importantes: la economía no termina de
remontar, los recursos no son los que fueron, los cuadros financieros
provinciales son mucho más dificultosos y se encuentra con la relativa novedad
de una contraofensiva de los centros financieros internacionales y los fondos
buitres.
Ante ese escenario de dificultades, en el que asoma también el paro convocado
por la central moyanista y la CTA opositora, sigue necesitando expandir mejores
interlocuciones. El acto conjunto en Santa Fe de la Presidenta con el gobernador
socialista Antonio Bonfatti es un ejemplo entre muchos posibles del tipo de
acciones y diálogos que el Gobierno puede y debe generar.
El anuncio de Mauricio Macri aceptando finalmente hacerse cargo de los subtes es
una noticia que también parece ir en ese camino, si se toma como antecedente el
paquete de leyes aprobado días atrás en un vasto acuerdo entre el PRO y el
kirchnerismo, donde el oficialismo nacional apuesta a más inversión pública y
movimiento económico. Macri compensó el hecho de mostrarse cediendo a la presión
nacional victimizándose y echando culpas. También dijo, sin precisiones, que su
gobierno no dejará de plantear sus reclamos al gobierno nacional. Que el anuncio
de Macri se convierta en buena noticia para millones de usuarios del subterráneo
dependerá de la capacidad de gestión y de la sensibilidad del PRO (tarifas) y
del eventual acuerdo que vaya a hacer con las autoridades nacionales.
DZ/km
Eduardo Blaustein Especial para Diario Z
http://www.diarioz.com.ar/nota11589lassecuelasdel8n.html
viernes, 16 de noviembre de 2012
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2 comentarios:
Hay un solo común denominador para los que laburamos,los boludos que se la creen y los panzones:
La guita no alcanza.
En el fondo y de manera inconciente el 8N se llevó puesto a clarín,pidieron mas efectividad al modelo(no cuento aquí el escaso porcentaje convencido anti-K),exigieron lo que hace rato se viene llevando a cabo.
En todo caso si la guita no alcanza es porque otro se la estan amarricando , yo creo que la redistribucion del ingreso hace rato se freno , hoy los salarios solo aumentan para no quedar descolocados frente a la inflacion , pero ya no hay ninguna recuperacion salarial
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