Las amenazas reiteradas a la gobernadora bonaerense empujan a la
respuesta más fácil, estimulada por ella misma, por el gobierno nacional
y por los medios de comunicación a su servicio: María Eugenia Vidal se
habría enfrentado a las mafias policiales y éstas le responden de esa
manera. No es cierto. Desde que puso al frente de la Bonaerense a Pablo
Bressi, hombre de confianza de su antecesor Hugo Matzkin -el que le
aseguraba a Scioli el control del territorio y la organización del
delito-, Vidal manifestó su decisión de continuar en ese punto la
política del Frente para la Victoria: un acuerdo a fondo con la “maldita
policía”.
La designación de un comisario de confianza de Matzkin y Alejandro
Granados (ex titular de Seguridad de Scioli) señala los intentos de la
gobernadora por llegar a un acuerdo con el Partido Justicialista
bonaerense y con el Frente Renovador de Sergio Massa. Por eso Elisa
Carrió, opositora a ese acuerdo (al igual que el radicalismo), bombardea
con denuncias al comisario Bressi. A partir de esos acuerdos, Vidal
debe lidiar con la descomposición de la policía provincial, más
acelerada cada vez, y todo el esquema entra en crisis.
La “reforma” policial de Vidal ni siquiera fue tal: se trató apenas de un reacomodamiento de crisis ante una situación que, desde hace años, amenaza desbordarse a cada paso. Incluso uno de los sindicatos provinciales, la Asociación Profesional de Policías (Apropol), ha denunciado que en los últimos ascensos se incluyó a personal procesado e incluso condenado por delitos (Página/12, 29/8). De “limpieza de mafias”, como se ve, no hay nada de nada.
La Bonaerense tiende a fracturarse, hundida en una corrupción descontrolada. De ahí el reforzamiento de las policías locales, sobre las que ya pesan denuncias abundantes por casos de gatillo fácil y abusos varios, sobre todo contra los jóvenes de los barrios pobres. Dejar el territorio en manos de esas policías implica poner el control del delito, más aún, en manos de intendentes y punteros. He ahí una de las bases del conflicto policial.
Para la población trabajadora no es un problema menor. La movilización popular debe darle una salida propia al problema de la inseguridad, del cual la policía es la principal de las razones.
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