La
manifestación del martes 14 de junio en París y en ciudades de la
provincia mostró la fuerza del movimiento contra la “ley-trabajo” y el
ajuste capitalista y, a la vez, la crisis política. El gobierno no ha
logrado quebrar a la clase obrera y a la juventud a pesar de la
represión y de la demagogia
La manifestación en París fue impresionante. No llegó al millón de
personas, como anunció la CGT, pero los cortejos sindicales fueron
enormes, la presencia de FO fue significativa, hubo una importante
presencia de las provincias, además de las manifestaciones en otras
ciudades. Fue la primera manifestación nacional desde que comenzó el
conflicto en marzo. Tres meses después, decenas de miles de activistas y
centenares de miles de manifestantes se siguen movilizando, sin que la
masividad disminuya.
El gobierno -corriendo detrás de la burguesía y sus voceros- puso el
acento en las así llamadas “violencias”. Pretende cambiar el eje: lo que
está en juego no es un terrible retroceso social y una política de
ajuste, sino el mantenimiento del orden, también contra el terrorismo.
Lanzó una verdadera provocación. El primer ministro Valls, en un
reportaje por radio en la mañana del miércoles, responsabilizó a la CGT
por “las violencias” y anunció, con el apoyo del presidente Hollande,
que se iban a prohibir futuras manifestaciones en París. Nuevas
movilizaciones y manifestaciones están anunciadas para el 23 y el 28 de
junio. Es importante señalar que el comunicado de la CGT pone el acento
en la posibilidad de la negociación porque el secretario general tiene
una entrevista el viernes con la ministra de Trabajo y el primer
ministro, lo que para el gobierno justifica la política de reprimir
todavía más y prohibir las manifestaciones.
Dos manifestaciones
Puede decirse que en París hubo dos manifestaciones al mismo tiempo.
Desde marzo, la juventud y los militantes más radicales se organizaron
en la “tête du cortège” (la cabeza de la manifestación), delante de las
organizaciones sindicales, fuera del control del servicio de orden y con
sus propias modalidades. Al principio eran algunos centenares pero el
pasado martes eran varios miles y con cortejos de sectores sindicales en
lucha y activistas obreros y juveniles. En este cortejo se ubicaron los
“casseurs”, un sector de autónomos que organiza el enfrentamiento con
la policía y acciones de destrucción de vidrieras bancarias y mobiliario
urbano. La policía los deja hacer y favorece toda suerte de
provocaciones. En la última manifestación, fue atacada la fachada de un
hospital de niños. Este es el pretexto que utiliza la burguesía y el
gobierno “socialista” para responsabilizar a los sindicatos de la
violencia y prohibir las manifestaciones.
Aquí se plantea un problema político: se prefieren los golpes de efecto
a la actividad sistemática de reagrupamiento combativo junto a los
militantes sindicales más avanzados.
El éxito de la manifestación nacional del 14 siguió a un momento de
debilitamiento de las huelgas. El movimiento huelguístico estuvo lejos
de ser generalizado: la huelga ferroviaria se mantiene en gran parte por
la presión de SUD y de la base de la CGT y quizá termine por levantarse
en los próximos días. Esta dificultad es propia a la forma de
intervención de la dirección burocrática de la CGT: lanza una serie de
conflictos localizados y los libra a su suerte. Es también una
dificultad de los activistas y las secciones sindicales locales y
regionales: tienen la fuerza necesaria para lanzar una huelga pero no
para impulsar su extensión.
El impasse político se está ensanchando y el gobierno y la reacción
burguesa tratan de utilizarlo en una competencia por el orden represivo,
la disgregación social ante la crisis y el derecho a gozar del fútbol
-se viene la Eurocopa- como compensación.
NPA
El Nuevo Partido Anticapitalista ha perdido toda vigencia. No la tuvo
en términos de programa revolucionario aunque agrupó a varios centenares
de militantes y pudo ser un cuadro de reagrupamiento de sectores en
ruptura con el centrismo antiliberal y el partido comunista. Ha quedado
reducido a 2.000 miembros y su mayoría política está desesperada por
encontrar una alianza centrista. Después de soñar con Syriza, ahora
sueña con Podemos y sin mayor eco popular y militante. Las fracciones de
la izquierda del NPA han logrado conquistar algunas posiciones en el
movimiento juvenil y obrero con su influencia inmediata, pero no
alcanzan un impacto político significativo y suelen oscilar entre el
petardismo y el sectarismo.
¿Qué va a pasar?
Todo retroceso del gobierno, aunque sea parcial, será importante para
que la movilización actual sea, también, un eslabón de las luchas contra
el programa reaccionario que la burguesía promete para después de las
elecciones presidenciales de 2017 y en el cuadro de la actual crisis
europea. La burocracia sindical quiere salvar su papel de mediadora en
la explotación salarial en un período en el cual el capitalismo está
exigiendo una agravación cualitativa de esta explotación.
¿La clase
obrera francesa logrará imponer un dique de contención? Puede hacerlo.
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