Las elecciones del domingo pasado en Grecia han sido un terremoto
político. Una fuerza, Syriza, que hace cinco años orillaba el 4% de los
votos, obtuvo ahora un resonante 37%, con una ventaja de diez puntos
sobre el partido de gobierno -y a dos bancas de la mayoría absoluta de
151 diputados. Los resultados fueron un golpe político manifiesto contra
la Troika, el bloque formado por la Comisión Europea, el Banco Central
Europeo y el FMI, la cual hizo una fuerte campaña de extorsión sobre el
electorado y contra Syriza, con la participación de varios gobiernos
europeos. La votación constituyó un plebiscito contra la política de
ajuste antiobrera con independencia del alcance del programa presentado
por la coalición de izquierdas. El impacto de la victoria de Syriza
excede los marcos de Grecia, esto porque apunta a un giro en la relación
de fuerzas entre las clases en Europa en su conjunto, que hasta ahora
se ha caracterizado, por sobre todo en Grecia, por una seguidilla de
derrotas de los trabajadores.
La derrota del gobierno de la banca y los armadores navales de Grecia
tiene lugar cuando la crisis capitalista ha alcanzado en Europa niveles
desesperantes. En vísperas de estas elecciones, precisamente, el BCE ha
lanzado un plan de rescate bancario gigantesco, al que la mayoría de los
observadores augura un resonante fracaso e incluso la posibilidad de
acentuar la guerra comercial, a partir de la devaluación abrupta que
está registrando el euro. El rescate, por de pronto, ya ha desatado una
crisis entre los bancos centrales de Alemania y Holanda, por un lado, y
los restantes y la cúpula del BCE, del otro. En resumen, la crisis
política que inauguran las elecciones griegas se da en el marco de un
impasse del capitalismo en el conjunto de Europa y de tentativas de
replanteo de la política seguida hasta ahora frente a la bancarrota
económica. La victoria de Syriza opera como un ariete en esta crisis, lo
cual explica la benevolencia disimulada con que ha sido recibida, por
ejemplo, por los gobiernos de Italia y Francia, entre los principales
del continente. El último examen de las cuentas de los principales
bancos de Europa han dejado a la vista un déficit de capital de medio
billón de euros.
El programa de Syriza frente a la catástrofe de Grecia no es ni de
lejos revolucionario, ni lo pretenden, menos que nadie, los dirigentes
de la Coalición de Izquierda. En lo esencial, ha cifrado en 12 mil
millones de euros un plan de supervivencia humanitaria de las masas,
desde la suba del salario mínimo, que el ajuste había reducido a 450
euros, la reconexión de los servicios de gas y electricidad a las
viviendas que se han visto imposibilitadas de pagarlos, la suspensión de
los desalojos, el restablecimiento del acceso a la salud y a los
medicamentos del cual han sido privadas centenares de miles de familias y
la rebaja de tarifas del transporte público. No plantea la anulación de
la reforma laboral que ha convertido a la clase obrera de Grecia es una
fuerza de trabajo esclava. La oposición de los gobiernos capitalistas a
estas medidas es un símbolo de la barbarie capitalista; han recurrido a
la catástrofe humanitaria para presionar en favor de la privatización
de los principales activos griegos, incluidas varias de sus islas.
Syriza reclama una renegociación de la deuda externa para financiar su
plan social y plantea la posibilidad de una anulación parcial de ella
por parte de las naciones acreedoras. Como consecuencia de los planes de
rescate de los acreedores privados aplicados por la Troika el 85% de la
deuda externa griega se encuentra en poder de los bancos centrales
nacionales de Europa y del BCE.
Hace dos años, Syriza reivindicaba la anulación del memorando de
austeridad firmado con el FMI y la Unión Europea; la suspensión del pago
de la deuda externa, condicionada a una auditoría; el control público
de los bancos y la reposición de las conquistas perdidas por los
trabajadores. El salario mínimo, que ponía en 1.300 euros ahora lo ha
reducido a 750, que sigue siendo de indigencia. Ya no defiende la salida
de la Otan sino "respetar las obligaciones previstas en los tratados".
Con estos elementos de juicio en la mano, parece claro que la
negociación sobre Grecia formará parte del replanteo de conjunto que
está haciendo la Unión Europea ante el impasse de la eurozona. Sin
embargo, como parte de una política de extorsión que no cede, el BCE ha
anunciado que la deuda pública de Grecia ni los activos de su Banco
Nacional serían objetos del socorro financiero que ha anunciado para el
conjunto de los países del euro. Cualesquiera que sean las variantes
financieras que se negocien para viabilizar el plan humanitario, la
Troika ha dejado en claro que las reformas laborales y las
privatizaciones están fuera de la mesa. Los voceros de Syriza, por su
parte, han insistido en que seguirán una política de rigor
presupuestario, que obtendrían -aseguran- con una reforma impositiva. La
conclusión que se saca de este estado de cosas es que el impasse
insuperable de las negociaciones no está determinado por el antagonismo
entre las posiciones en discusión sino por el carácter extraordinario de
la crisis capitalista.
Pacto con la derecha
Syriza celebró su victoria con el anuncio de un acuerdo de gobierno
con el derechista Griegos Independientes -Anel-, que obtuvo el 4,7% de
los votos. Panos Kamenos, el jefe de Anel, fue vicemnistro de Marina
Mercante durante el gobierno de Nueva Democracia. Esta fuerza se hará
cargo del Ministerio de Defensa y designará el próximo presidente de la
República. Los acuerdos de gobierno con la derecha son siempre
antiobreros y, en este caso, confirma que el programa contra el ajuste
no saldría, en lo fundamental, del marco del asistencialismo.
El acuerdo echa luz sobre el desarrollo explosivo del proceso político
griego en su conjunto. Es claro que se tejió desde hace un tiempo, ante
la tentativa del gobierno precedente de adelantar la elección de un
nuevo presidente del país para postergar las elecciones parlamentarias
hacia fin de año. El primer ministro anterior, Samaras, pretendía
renegociar, en sus propios términos, el programa con la Troika, y
obtener el aire suficiente para contener la crisis humanitaria y ganar
los comicios. No era la primera vez que los políticos burgueses
expresaban una resistencia limitada a la Troika: el ex ‘premier’
Papandreu había propiciado un plebiscito contra el rescate y el mismo
Samaras, como opositor, había votado en contra del ajuste, y
recientemente fracasó en obtener de la Troika el levantamiento del plan
de rescate. La maniobra de Samaras para impedir una elección que ganaría
Syriza, no conmovió al establishment político, el cual saboteó la
elección de presidente. Es claro que ya estaba en marcha el acuerdo de
gobierno de Syriza con la derecha, pues se descontaba que estaría lejos
de una mayoría absoluta. El acuerdo con la derecha antiobrera y
chovinista, en un país donde los fascistas se han convertido la tercera
fuerza, tiene el significado estratégico de abortar el desarrollo
político independiente de la izquierda y establecer, como alternativa,
la unidad nacional. En la década del ’30 (no hay nada nuevo en las viñas
del Señor), esta orientación fue caracterizada como "el frente popular
sin límites hacia la derecha".
En este punto del análisis importa señalar, por una cuestión de
método, que la izquierda revolucionaria de Grecia -la coalición Antarsya
y el EEK- apenas obtuvieron el 0,6 y el 0,03% de los votos,
respectivamente; lo que significa que quedó al margen del ascenso
político-electoral masivo de la izquierda. Esta relación de fuerzas
explica el espacio que han tenido los dirigentes de Syriza para operar
el acuerdo con la derecha fascistizante. Es necesario explicar por qué
se ha llegado a esta situación, y no caer en la tautología de que unos
sacaron excesivamente poco porque el otro sacó mucho.
Las contradicciones políticas del acuerdo de gobierno son
descomunales. En primer lugar porque Syriza debe explicar por qué
reiteró, en varios momentos de la campaña electoral, el planteo de
gobierno de izquierda (en especial con el Partido Comunista), cuando ya
tenía un arreglo con la derecha. El otro aspecto es que eligió como
aliado a un partido chovinista que fomenta la rivalidad con Turquía, lo
contrario de lo que ha planteado Syriza. Anel ‘anti-europeísta’ cuando
Syriza se ha distinguido por una defensa principista de la Unión
Europea. Al igual que el resto del chovinismo europeo, Anel quiere
volver a las monedas nacionales e incluso romper con la Unión Europea
(Gran Bretaña). Hay que suponer, entonces, que Syriza pretende esgrimir
ante la Troika la posibilidad de abandonar el euro, que es exactamente
lo contrario de lo que dice su plataforma. Esta posibilidad la señaló,
significativamente, el ya designado ministro de Economía al diario
Corriere della Sera.
El visto bueno, en principio, de la burguesía griega al acuerdo con
Syriza está también vinculado a la reciente experiencia de la quiebra de
los bancos chipriotas, que amenazó con llevarse puesto a parte de la
banca griega. El rescate de esa quiebra vino de la mano de Putin, no de
la Unión Europea, debido a la importancia de los intereses privados
rusos que quedaron afectados. El acuerdo respondería a un viraje de la
alianza con Bruselas a una con Moscú. El Partido Comunista de Grecia, en
tal caso, podría comenzar a votar en el parlamento por su archienemigo
Syriza. La prensa francesa ha desarrollado una verdadera campaña para
mostrar la alianza entre el Frente de Nacional de Francia y otros
chovinismos antieuropeístas con Moscú, que se puso en evidencia con
motivo de la guerra civil en Ucrania. Lejos de trazar un curso
independiente para Grecia, el acuerdo Syriza-Anel condena al país a la
condición de peón de la rivalidad entre las grandes potencias.
Perspectivas
Más allá de la importancia innegable que tendrán en el desarrollo de
los acontecimientos las posiciones y planteos de las fuerzas políticas
presentes, tanto nacionales como internacionales, la enorme votación por
una izquierda emergente en las recientes elecciones de Grecia, pone de
manifiesto un gran giro político de las masas, que refuerza el rol de
ellas en la situación que se ha abierto. La pretensión de contener este
giro político de las masas está condenada al fracaso -o sea que
asistiremos a nuevas y más intensas convulsiones políticas, que tampoco
se limitarán al territorio helénico. Syriza y sus novedosos aliados
ofician de aprendices de brujos; hay un marco de contradicciones
sociales e históricas que no pueden ser contenidas dentro de las
relaciones existentes.
Se ha producido la paradoja de que una enorme victoria de la izquierda
democratizante será acompañada por una mayor disgregación de esa misma
izquierda en otras partes del mundo, como consecuencia de acuerdos
podridos firmados desde una estrechísima anteojera nacional.
Fuente: http://www.po.org.ar/prensaObrera/1348/internacionales/grecia-despues-del-terremoto
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