Foto: Javier Entrerriano
El tarifazo en las naftas ha provocado una conmoción popular.
Naturalmente, no es el primer golpe al bolsillo después de la
devaluación y la suba de los alimentos. Después de los tarifazos de
entre el 200 y 500% en la luz, el gas y el agua.
¡Pero tampoco será el último mazazo! Ya advirtieron que podrán venir nuevos naftazos.
En la Capital, se viene el tarifazo en el subte. En las provincias, ocurre lo mismo con la luz y el transporte.
La inflación de cuatro meses llega al 20%. La del año… se va a acercar al ¡50%!
¿Dónde quedan nuestros salarios? Con contadas excepciones, las
direcciones sindicales han cerrado aumentos de entre el 20 y 25%. Aunque
muchos de estos acuerdos son por seis meses, para después sólo prevén
un “reajuste” de unos pocos puntos más.
Las cuentas son claras: contra una inflación que duplica esos aumentos,
el salario perderá un 20 o 25% del poder de compra en 2016.
Mientras tanto, la ola de despidos y suspensiones se acrecienta.
El viernes 29, 150.000 trabajadores acudieron a la convocatoria de las
centrales obreras. Buscaron una respuesta frente a los despidos y la
carestía
¿La tuvieron? No.
Los Moyano, Caló y compañía se ofrecieron a “asesorar” al gobierno
ajustador. Pero no dijeron una palabra sobre la gran cuestión de la
hora: la necesidad de un paro nacional y un plan de lucha para terminar
con los despidos y suspensiones, imponer un salario igual a la canasta
familiar, el 82% móvil para los jubilados, la abolición del impuesto al
salario y la indexación de los salarios con la inflación imperante.
Ese viernes 29, una columna independientede la izquierda y el clasismo llevó este reclamo a la gran concentración obrera.
El naftazo no deja lugar a dudas. Son ellos o nosotros. Impulsemos
asambleas y la coordinación de los activistas en todos los sindicatos,
para luchar por el paro nacional.
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