El martes 5 se instaló en Caracas la nueva Asamblea Nacional, que reúne
una mayoría calificada de la oposición al gobierno de Nicolás Maduro.
Esta circunstancia habilita al parlamento a impugnar el régimen de
gobierno por decreto que lleva adelante el Poder Ejecutivo, lo cual
establece un sistema de doble poder en un sistema presidencialista. Es
decir que se ha alcanzado el punto más alto posible de una crisis
política en el marco de la renovación electoral del parlamento. A partir
de ahora, cualquier choque institucional de relevancia desbordaría el
cuadro constitucional precario. Sería el caso del anuncio, efectuado
durante la inauguración, de que la Asamblea votaría una ley de amnistía
que liberaría a los presos que la oposición califica de políticos, así
como el levantamiento de la orden de captura para aquellos que se han
marchado al exterior. Por eso, un prematuro teórico del chavismo, Heinz
Dietrich, asegura que “El resultado final del proceso de transición será
determinado por los militares...” (Perfil, 3/1). Esta conclusión de
manual es, sin embargo, incierta, porque para eso las fuerzas armadas
deberían homogeneizarse en un proyecto político nuevo -esto, en un
cuadro de divisiones que refleja las que existen dentro del oficialismo,
por un lado, y entre los llamados ‘escuálidos’ por Hugo Chávez, por el
otro (los cuales, desde ese bautismo, ya no lo son tanto). Tampoco dice
si una intervención militar del ejército “bolivariano” resultaría en un
gobierno de la oficialidad chavista o procuraría proteger una salida
pactada entre los llamados moderados de uno y otro lado.
La derrota última del gobierno, de todos modos, se encuentra inscripta
en su reacción política ante esta crisis. Fingiendo ignorar que ha
perdido la mayoría electoral como consecuencia de su responsabilidad en
un caos económico que no cesa de acentuarse, ha vuelto a incurrir en
chicanas institucionales para proteger sus poderes de excepción. En el
pasado privó de autonomía a los Estados en manos de la oposición al
adjudicar al Estado nacional decisiones de incumbencia estadual. Ahora,
impugna la elección de cuatro diputados con la intención de quitarle a
la oposición una mayoría calificada de dos tercios. Ha establecido,
asimismo, ‘parlamentos comunales’, que algún periodista desairado se
apresuró en calificar de ‘soviets’, cuando solamente se tratan de una
prolongación de la camarilla gobernante. En lugar de ofrecer una salida
social radical al derrumbe económico, y con esto reconquistar el apoyo y
la movilización popular, el clan de Miraflores refuerza todos los días
un inmovilismo suicida.
Los límites del nacionalismo militar
A diferencia del nacionalismo de los años ’70, conducido por Acción
Democrática, que estatizó el petróleo para destinar la renta a promover
una gigantesca especulación inmobiliaria y toda clase de corrupciones,
el chavismo se distinguió por aplicarla a un enorme programa de mejoras
sociales.
Pero no modificó la condición rentística de Venezuela, o sea que no
apoyó el programa social en un proceso de industrialización. Pero esa
industrialización tampoco hubiera sido viable sin una planificación de
conjunto y, por lo tanto, sin el monopolio del comercio exterior y las
ramas productivas fundamentales luego del petróleo, y sin la gestión
política integral de los trabajadores. El nacionalismo militar entraña
límites insalvables, incluso en sus variantes más avanzadas o radicales,
pues se asienta en la expropiación política de la clase obrera. Los
programas sociales chocaron con los límites de los capitales que
controlan la industria del cemento y la siderurgia, o con los monopolios
de las telecomunicaciones y se procedió a nacionalizar esas ramas con
indemnizaciones colosales financiadas por la renta petrolera.
Lejos de la gestión obrera colectiva (plan) de la economía las empresas
o fincas nacionalizadas quedaron en manos de una burocracia ligada al
poder, lo cual procedió a una acumulación primitiva de capital de cuño
‘bolivariano’, o sea, a un saqueo privado de los activos estatizados.
Ahora, la caída vertical del precio internacional del petróleo no
solamente ha dejado desfinanciados los planes de viviendas, salud y
educación: mucho peor, dejó al desnudo el vaciamiento al que fue
sometida PDVSA -que enfrenta la posibilidad de un ‘defol’, esto por el
tamaño de su deuda externa e interna. La caída del precio del petróleo
ha paralizado la explotación de la cuenca del Orinoco, que tiene lugar
en asociación con los principales monopolios internacionales -excluidos
Exxon y Conoco. Maduro ha hipotecado los ingresos petroleros a un
préstamo de 40 mil millones de dólares por parte de China. Incluso
comparada con otra experiencia en demolición -la brasileña Petrobras- la
de PDVSA es mucho más decepcionante. El colmo del parasitismo es el
subsidio indiscriminado de la gasolina en el mercado interno,
virtualmente gratuita, que ha servido para inundar a Venezuela de autos y
para desarrollar un contrabando gigantesco de exportación. El caos
económico ha derribado todas las conquistas sociales promovidas por el
chavismo.
Entre golpes y autogolpes
El problema que enfrenta el gobierno de Maduro y de su eminencia gris,
Diosdado Cabello, no es la derrota electoral sino su carencia de
programa y la incapacidad de dotarse de ese programa, que es
irrevocable. La aplicación consecuente de esta línea política conduce a
un auto-golpe -o sea, a la disolución de la Asamblea Nacional por parte
del Ejército. Alternativamente, podría conducir a otro golpe, pactado
entre un sector del oficialismo y uno de la oposición. Una señal en esta
dirección la acaba de dar el ex presidente de Bolivia, Jorge Quiroga,
que integra el bloque de conspiradores internacionales de la derecha, y
que convocó a Maduro a romper con Diosdado Cabello. Finalmente, tampoco
se podrían descartar golpes cruzados, que serían capitalizados por la
oposición. Cualquiera de estas variantes serían reaccionarias para el
proceso político venezolano y deben ser combatidas por los trabajadores.
A la luz de toda esta caracterización, la expectativa de reformar al
chavismo con la consigna del retorno a los orígenes, es un callejón sin
salida. Los que siguen invocando a la “masa chavista” para seguir
medrando con la reforma del chavismo, ni siquiera toman nota de que una
parte importante de la masa del chavismo acaba de pronunciarse con un
voto a la oposición y con la abstención. Los ‘reformistas’, como el caso
de Marea Socialista (MST), que plantean auditar las cuentas del
gobierno como gran consigna, empujan a esa masa en un sentido contrario y
a la derrota. Si el oficialismo tuviera un programa daría una batalla
política para reconquistar la mayoría popular, en lugar de encerrarse en
el impasse mortal de las chicanas institucionales.
En Venezuela son numerosísimos los sectores sindicales combativos.
Seria decisivo que se agruparan para una intervención de carácter
político con total independencia del chavismo. Un agrupamiento político
clasista debería evaluar la oportunidad de una consigna de Asamblea
Constituyente libre y soberana que desarrolle un programa de control
obrero generalizado, en oposición al gobierno y a la oposición que es
impulsada por toda la reacción internacional.
1 comentario:
En la sombrilla por el voto en el blanco de san juan y boedo me decían q era todo lo mismo, q vote en blanco. No sabes si esos militantes siguen en política? Abrazo
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