Foto: Ignacio Smith
La debacle kirchnerista, la asunción de Macri y el inicio de su ajuste han creado un nuevo escenario para el movimiento obrero.
Son varios los frentes de interés. La primera gran prueba es Cresta
Roja. Allí se ha producido un tortuoso, pero rico proceso de
radicalización. Empezó con la lucha contra el plan de racionalización de
Rasic, que, con apoyo del gobierno de Scioli, CFK y el Sindicato de la
Alimentación llegó a la firma de un acta de rebaja de un 30% de los
salarios y las horas de trabajo. El cuerpo de delegados que lo firmó fue
destituido por la base y ganó una lista de los activistas.
Sobre esa base, se arrancó más tarde el “subsidio electoral” al
gobierno Scioli. Después, los trabajadores chocaron definitivamente con
el sindicato y, rompiendo sus trabas, movilizaron a la Justicia y
realizaron una audiencia pública en la que participaron 70 trabajadores
junto a sus delegados, con los diputados del Partido Obrero. Luego, en
asamblea, recogieron la propuesta de una marcha a Plaza de Mayo con el
clasismo y la izquierda, la cual se concretó el 21 de diciembre,
mientras el piquete de Ezeiza lograba poner al conflicto en el centro de
la situación política.
El lento progreso político del colectivo obrero, no exento de
contradicciones internas y debates, terminó desnudando la bicicleta de
Triaca y Vidal. La represión brutal de la gendarmería de Bullrich dio
por tierra con el verso de la “Argentina del diálogo” de Macri: el
cóctel para hacer pasar la declaración de quiebra fue la represión y los
Repro, muy parecido a las recetas de Tomada y Berni. La burocracia de
Morán durante el conflicto denostó a los luchadores en todas las demás
plantas. Tampoco planteó el tema en el plenario de la CGT. Se destacó,
desde el clasismo, la Interna de Unilever, movilizada y solidaria con el
conflicto y reclamando plenario de delegados con mandato para apoyar a
los compañeros de Cresta Roja.
Otra expresión de estos desplazamientos por abajo la dieron los
metalúrgicos de Siderca que, autoconvocados, hicieron retroceder 189
despidos, al menos por seis meses. Con menos prensa, varias comisiones
internas metalúrgicas de Córdoba frenaron despidos, también contra la
directiva de Urbano. Por estas horas, 600 tercerizados de Río Turbio
ocupan la usina por falta de pago.
Otro gran hecho político de estos días fue la asamblea general del
Sutna. Wasiejko la perdió 3 a uno con la Lista Negra del clasismo del
Sutna San Fernando, que movilizó masivamente a Fate, conquistó apoyo en
Pirelli y contó con la ausencia total de Firestone, que le sacó el
cuerpo a la dirección yaskista. Wasiejko se robó la asamblea con ataque
de patotas, produciendo diez heridos. No sólo quedó de manifiesto su
impotencia, sino también que el ministerio de Triaca es una continuidad
de Tomada en el apoyo de cualquier burocracia contra el clasismo. Dos
conclusiones aparecen. Macri y Triaca apoyan a la burocracia
kirchnerista contra el clasismo, y el “kirchnerismo en la resistencia”
tiene por enemigo número uno al clasismo.
El 22 se produjo la gran marcha a Plaza de Mayo del clasismo y la
izquierda por el bono de fin de año y, a horas de la represión, en
solidaridad con Cresta Roja. Más allá de las nada despreciables 8 ó 10
mil personas movilizadas, se congregó allí el sindicalismo clasista y
combativo incluyendo a los aceiteros, en particular el Sindicato
Capital, los ferroviarios de Oeste, ATE Sur, el sindicalismo clasista de
la Coordinadora Sindical Clasista del Partido Obrero y otros sectores
de izquierda y, desde luego los Suteba multicolores, a excepción del
PCR. Los gráficos de Morvillo pararon la fábrica para concurrir. Gran
confluencia.
La nota uno de esa jornada fue el arrugue de las agrupaciones sociales
kirchneristas a las cuales se les acabó la “resistencia” cuando Macri
les “arregló” el pago de obras atrasadas de las cooperativas. Enorme
aprendizaje entre el activismo, y para las izquierdas que deliran con el
frente antimacrista como el PTS y el MAS (lo planteó en su discurso en
la plaza). La nota dos fue la defección de los convocantes iniciales, la
CTA Autónoma de Micheli. ATE le dio la espalda y movilizo el 29, pero
separado del clasismo y la izquierda. En ATE y la CTA Micheli, el
kirchnerismo avanza.
Las dos CTA, como el núcleo kirchnerista de la UOM-gráficos-taxistas y
al igual que la mesa por la hasta ahora fallida unidad de la CGT, buscan
un lugar bajo el sol del “acuerdo económico y social” que Macri convoca
en enero.
Los bonos de fin de año se han extendido a numerosas fábricas y
gremios, bancarios y camioneros entre ellos, en lo que es una conquista
por un lado, y una echada de lastre patronal, por otro. Pero el gobierno
de Macri no aflojó un peso a los estatales y la caldera por ese lado cobra presión.
Todo esto no es poco para los primeros 14 días de gobierno. La lucha
contra la burocracia sindical aparece ligada a la lucha contra el
ajuste. La Coordinadora Sindical Clasista del PO se empeñará en una gran
agitación política nacional con una orientación que ATE Mendoza ha
tomado como propia: convocan en febrero a un plenario con mandatos y un
encuentro obrero para discutir -precedidos de asambleas en todos los
lugares de trabajo y seccionales- un programa ante al ajustazo en
marcha.
El método vale como perspectiva y como guía de acción en todo el
movimiento obrero. Deliberar, mandatar y resolver un programa para
enfrentar el ajuste. Nuestra propuesta es: adelantamiento de paritarias
absolutamente libres, ningún pacto social, actualización mensual de
salarios y jubilaciones ante la descarga de las medidas de ajuste a los
precios. Jubilación mínima de 8.500 pesos y salario equivalente a la
canasta familiar. Prohibición de despidos y reparto de horas de trabajo
disponibles contra todo despido. Ocupar toda fábrica que cierre.
Abolición de ganancias en los salarios. Derogación de todas las leyes y
disposiciones represivas contra el movimiento obrero y desprocesamiento
de los luchadores. Absolución de los compañeros condenados en Tierra del
Fuego.
El plenario del 5 de marzo que discute el clasismo, cobra posibilidades.
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