Los hermanos Cristian y Martín Lanatta, condenados a prisión perpetua
junto con Víctor Schillaci por el triple crimen de General Rodríguez, se
fugaron en la madrugada de este domingo 27 de la Unidad Penal de
General Alvear, una cárcel “de máxima seguridad”. Como se recordará, en
2008, tres traficantes de efedrina (Sebastián Forza, Damián Ferrón y
Leopoldo Bina) fueron asesinados y sus cadáveres se hallaron a un
costado de la ruta 6, a la altura de General Rodríguez.
El caso produjo un escándalo político porque develó un entramado
mafioso que abarcaba no sólo el tráfico de insumos para la elaboración
de drogas ilegales, sino la falsificación de medicamentos expendidos por
laboratorios para las obras sociales.
Ahora, los únicos condenados por aquellos hechos se fugaron poco
después de que uno de ellos, Martín Lanatta, denunciara los vínculos de
Aníbal Fernández con el tráfico de drogas y personalmente con los
asesinados, a quienes, según el convicto fugado, el ex ministro de CFK
habría mandado a matar.
La fuga abre una crisis política
Clarín, en su edición online de este domingo, hace un esfuerzo casi
ridículo por encubrir el asunto, y atribuye la fuga a un supuesto
“vuelto” del Servicio Penitenciario Bonaerense contra la gobernadora,
María Eugenia Vidal, porque ésta se propondría terminar con la
corrupción en esa fuerza.
Nada más alejado de la verdad. Vidal acababa de ratificar a toda la
cúpula del Servicio Penitenciario Bonaerense heredada de la anterior
gestión, toda gente de la mayor confianza del ex ministro de Justicia de
la provincia, Ricardo Casal. También había sido ratificado en su puesto
el subsecretario de Política Criminal, César Albarracín, un funcionario
del círculo más íntimo de Casal. Recordemos que el tándem Casal -cúpula
del SPB había dado el visto bueno a la entrevista de Martín Lanatta con
Jorge Lanata, que fue un factor poderoso en el hundimiento de la
campaña electoral de Aníbal Fernández y la consagración de la candidata
del PRO. Con la banda del SPB que acaba de desplazar Vidal se proponía
manejar el Servicio Penitenciario, otra que “terminar con la
corrupción”. Pues bien: esos enjuagues políticos se derrumban ahora,
porque Vidal ha debido barrer a toda esa cúpula y también a Albarracín.
Por otra parte, que los Lanatta y Schillaci estén libres (o muertos)
puede ser también del interés de la burocracia sindical, metida hasta el
hueso en la cuestión de los medicamentos adulterados y de la estafa a
las obras sociales, estafas, dicho sea al pasar, de donde salió una
parte del financiamiento de las campañas electorales kirchneristas.
Es obvio que esta gente no habría podido fugarse de una prisión de
máxima seguridad sin complicidades internas y sin un fuerte apoyo
externo, lo cual demanda toda una serie de complejidades logísticas y un
financiamiento generoso.
Vivimos en un Estado mafioso.
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